Villaoril (Navia),

A. M. SERRANO

A Verónica Fernández y Natalia González les dolían ayer los pies. Recorrieron las tres horas que, según su experiencia, separan a pie Luarca, la capital de Valdés, de Villaoril, en Navia, para pedir «salud» a la Virgen de la localidad naviega en su día grande. «Salud es lo que hace falta siempre, con o sin crisis», asegura Natalia. La tradición manda que los peregrinos cumplan la promesa de llegar a pie al santuario para que así se cumplan sus peticiones. Verónica y Natalia se empeñaron en caminar los casi 25 kilómetros que separan sus casas de Villaoril. Saben que las distancias, aunque sean duras, «son lo de menos» en esta festividad donde sólo se sabe de fe.

Ayer fueron en torno a mil las personas que se acercaron el templo para pedir algo a la Virgen, asistir a las misas o simplemente disfrutar de la fiesta. José Manuel e Isolina Gancedo lo hicieron desde bien temprano. A las cuatro de la mañana salieron de Navelgas para estar en destino a las siete, hora de la primera misa. «Es una tradición de todos los años, una cita de fe, y venimos siempre con una gran sonrisa», dice Isolina. En esta edición, fueron menos los que se acercaron a esta fiesta «de los milagros», que se caracteriza por ser tranquila y por su esencia religiosa.

A la Virgen de Villaoril, como a la de Pastur, en Illano, se la atribuyen poderes para curar enfermedades. Ana María Queipo, de Langreo, asiste a una de las misas siempre que el trabajo se lo permite. Además, observa a la Virgen (fuera del altar, aunque presidiendo la iglesia) y va a la «Fuente Santa» a recoger agua. En la comarca se cuenta que este manantial, a escasos metros del templo, es especial. «Me salió una mancha muy grande en la mano, la mojé con este agua y se me quitó», asegura Ana María Queipo.

Celia García tiene una experiencia «milagrosa» similar. Vecina de Oviedo, en su caso fue un cáncer de pecho el que combatió, dice, a base de fe y oración. Su suegra le dio un pañuelo que antes había tocado el manto de la Virgen. «Todos los días me lo ponía en la zona afectada», cuenta García, que manifiesta alborozada, doce años después: «no tengo nada y estoy sana». Eso sí, no falta a la cita si los 28 de septiembre logra estar libre. «Estos milagros hay que agradecerlos siempre, mientras se pueda».