El artículo a toda página «Los otros asturianos de Paracuellos» (LNE, 8/oct/2012) se suma al de otros medios («El País», 21/sep/ 2012) en los que un coro y corte de hagiógrafos, con Santiago Carrillo prácticamente aún de cuerpo presente, se aprestan a presentar atenuantes y eximentes a la responsabilidad de éste en aquel «turbio episodio». L. Á. Vega, que lo firma, asegura que de tal responsabilidad «no hay prueba documental» y que, «en cambio, sí que hay pruebas documentales» (en plural ¿?) respecto del secretario de la F.L. de la CNT de Madrid a finales del 36, el cudillerense Amor Nuño Pérez. Y presenta una prueba diciendo que «el especialista -se refiere al novelista y periodista J. Martínez Reverte (MR)- desvela un acta del comité de la CNT que apunta sin ninguna duda a este anarquista» e insiste en que Nuño participó el 7 de noviembre en una reunión secreta en la que se pactó la eliminación de los presos con «la cúpula de la JSU», entre comillas, por lo que suponemos que ha examinado el acta, que aparece en la novela histórica de MR «La batalla de Madrid». Se trata de ensayar la contrastada táctica del ventilador: repeler responsabilidades esparciéndolas alrededor.

La novelesca conjetura de la reunión secreta que MR elabora a toda p.r.i.s.a. ha ido tomando carta de naturaleza en manos de historiadores poco escrupulosos y escasamente diligentes en su trabajo que la han utilizado sin depurar y contrastar, y ha sido aireada por periodistas que le han dado pábulo, sin sopesar las responsabilidades en las que incurren tanto frente al código deontológico de su profesión como frente a organizaciones y personas.

El acta.- Pero parece que ni unos ni otros se han tomado el trabajo de leerse el acta, y si se lo han tomado, peor, porque en ella ni aparece en parte alguna la JSU, ni su cúpula, ni reunión ni pacto secreto alguno, ni se cita ni se alude a Amor Nuño, ni qué niño muerto, por lo que hay que deducir que o no saben leer o están actuando a mala fe, con intenciones que ignoramos pero que resultan falaces y difamatorias.

Y es que la tesis de Reverte no resiste el mínimo análisis crítico, desde el momento en el que falsea datos, modifica hechos, tergiversa el propio documento y emite descalificaciones personales e injuriosas, con lo que su entramado argumental «falsia» y no se sostiene.

Empezando porque el acta no es de una reunión del «COMITE NACIONAL DE LA CNT ENTRE? como comienza la trascripción que hace, ya que el encabezamiento del documento real reza: «Acta de la reunión celebrada el día 8 de noviembre de 1936, en el local del Comité Nacional de la C.N.T. entre...» Tergiversa Reverte, y cambia mucho la cosa respecto del nivel de las responsabilidades que luego pretende atribuir. Y continúa falseando datos y modificando hechos: siguiendo las págs. 239 y 240 de su libro, con el acta al lado, se comprueba cómo desvirtúa el documento y la burda manipulación que va urdiendo, con lo que desacredita cualquier suposición que plantee con base en el acta. Y descalifica e injuria la persona del compañero Amor Nuño, lo que Vega* alimenta con su artículo tramposo -aunque luego venga obligado(a) a instancias de la familia del cudillerense a contrastar la versión de esta (LNE, 22/oct/2012)- porque no es cierto, como dice el subtítulo, que un documento de la CNT lo implique en «la matanza» y, aunque Jesús Salgado haya demostrado -sin profundizar demasiado- que MR miente, tú difama, que algo queda... Porque Reverte vuelve a mostrar su ignorancia desconociendo los libros de Guzmán y de Leiva en los que puede seguirse el devenir de Nuño. El tiempo pasa y a quien deja por cobarde es a un MR que no se enfrenta, no «a la inquina de los anarquistas» sino a los hechos documentados que estos le ponen delante.

La inverosímil reunión secreta.- Visto que en el acta, en contra de lo que afirma Reverte, no aparece Amor Nuño ni informe ninguno de una reunión CNT-JSU, y no constando otra fuente ni referencia documental ni directa ni indirecta de la supuesta reunión, su existencia no puede resultar más que ficticia. En el acta quien aparece es Enrique García que, por la FL madrileña de la CNT, relata los asuntos que la Junta de Defensa de Madrid (JDM) trató. Entre ellos «da cuenta de los acuerdos que han tenido con los socialistas de Orden Público sobre lo que debe hacerse con los presos». Que esto es así lo permiten corroborar claramente las informaciones sobre el contenido de los temas tratados en la reunión de la Junta aquella tarde-noche aportadas por Aróstegui y Martínez en «La Junta de de Defensa de Madrid» (donde se publican todas sus actas).

MR desconoce este libro, o lo escamotea, y lo mismo hace con el de Gibson «Paracuellos, como fue» cuando ignora una entrevista realizada por el autor a Carrillo, donde éste cuenta cómo él y otros se reunieron en la noche del 6 al 7 con Miaja para constituir la JDM y decidir el reparto de funciones y consejerías, y que se trató sobre la evacuación de los presos, que Miaja la ordenó, que no puede asegurar que él mismo no la haya firmado y que fue decidida en conjunto por la Junta (por quienes la componían en ese momento, claro) (págs. 211-212-221-225, ed. 2005). A pesar de ello, Reverte, exégeta de última hornada, interpreta en base a aquella única referencia del acta cenetista que «los acuerdos que se han tomado ? con los presos» no fueron asumidos por todas las organizaciones que apoyaban la legalidad frentepopulista en la JDM en la tarde-noche del 7 al 8 -primera reunión a que acuden los anarquistas y en la que se les informa de ellos- sino que fueron decididos en una supuesta reunión secreta entre Amor Nuño por CNT y Carrillo, por la JSU, al finalizar la sesión de la tarde de la Junta. Esta posibilidad es desmentida, además de por lo dicho, por los hechos documentados en sendos libros de Schlayer, que a esa hora se reunía con Carrillo, y de Gregorio Gallego, que se reunía con Nuño en la otra punta de Madrid. Más documentos ignorados o escamoteados. Así pues, una reunión de la que nadie tiene noticia, a la que nadie nunca ha aludido, por la que no se entiende que «el especialista» no haya pedido confirmación a Carrillo y que, además, Gallego, cenetista madrileño del momento, niega categóricamente. Reverte, como investigador, resulta un fiasco.

Del dicho a los hechos.- La literaria elucubración, amén de indocumentada, no resulta plausible porque, contra lo dicho por MR, los hechos se imponen tozudos y arrolladores:

-Así, en los millares de páginas que en docenas de libros analizan la masacre, en las que nunca nadie había documentado, testimoniado o apuntado la responsabilidad directa de CNT.

-Así, en la simpleza del propio MR, que asegura que Carrillo no tenía poder para decidir sobre qué hacer con los presos y da por supuesto que Amor Nuño podría decidir por encima de los comités de la CNT y del propio Ministro de Justicia García Oliver, cenetista y anarquista.

-Así, en las intervenciones de éste que, nombrado ministro el 4 de noviembre, el 6 -alarmado por las ejecuciones indiscriminadas que están llevando a cabo las brigadillas de Atadell y de Margarita Nelken (socialistas)- se presenta en el Ministerio de Guerra para exigir su paralización inmediata bajo amenaza de su dimisión; que el 9 nombra Inspector General de Prisiones al anarquista Melchor Rodríguez, quien ese mismo día pone fin a las «sacas» que se están efectuando y paraliza con su presencia física una de 400 personas esa misma noche; que en días posteriores consolidará los tribunales populares o creará los campos de trabajo, en vez del tiro en la nuca para los presos fascistas, con todo lo cual el acuerdo para la eliminación de éstos instigado por la CNT se viene abajo y pone de manifiesto que, si los anarquistas fueron conocedores, a partir de la noche del 7, de ese plan -como todas las organizaciones de la JDM-, fueron los únicos que hicieron algo para detenerlo.

-Así, en cómo el día 7 hubo que frenar desde la organización de la CNT-FAI el intento de asalto a la embajada de Chile, donde se refugiaban numerosos y señalados fascistas, y cómo se acordó -en la JDM- proteger con milicias anarquistas las sedes de varias de ellas.

-Y así el acabóse, cuando es sabido que las matanzas de Paracuellos se produjeron el 6, 7 y 8 de noviembre y que el 7 hubo tres sacas que acabaron en fusilamiento, una de madrugada y dos por la tarde y, para entonces, cuando se produciría el supuesto acuerdo JSU-CNT, ya se habían realizado 1.500 ejecuciones de las 2.000 totales, con lo que presumir que la CNT asumiera la responsabilidad en 1.500 asesinatos que no había provocado es insultar no solo la inteligencia de sus responsables sino a la del público entre el que se propala especie tal. Pero realmente insulta la suya, porque Reverte, también intelectualmente, resulta un fraude.

Visto lo visto convendría a la memoria proletaria tomar nota y preguntar ¿a quién y porqué interesa culpar a la CNT? El espacio que se nos cede no nos permite responder aquí ni reivindicar al compañero Amor Nuño; lo haremos en "cntoviedo.blogspot.com" a partir del 1 de enero. Baste recordar, para hacerse una idea de la talla moral con ribetes de heroísmo que orlan su trayectoria, el destino que arrostró negándose a huir en los barcos de Alicante, negándose a denunciar a sus compañeros ante la policía franquista, lo que le costó palizas brutales que hicieron a sus compañeros detenidos darle por muerto, y reafirmándose en su negativa ante jueces y fiscales, lo que le costó la vida ante el paredón de fusilamiento.