Trevías (Valdés),

A. M. SERRANO

En el Colegio Público San Miguel de Trevías (Valdés) todos los alumnos conocen a Hugo y a Jairo. Son los hermanos del pequeño pueblo de Biescas que desde hace meses acaparan la atención por poner cara a la solidaridad. Hugo Lorente tiene siete años y una limitación física que le impide caminar. En el futuro será usuario de una silla de ruedas por su deficiencia motórica pero de momento, a su edad, tiene una de paseo adaptada rudimentariamente a su complexión. Su hermano, con 11 años, tiene también limitaciones. Él no necesita una silla, pero sí atenciones especiales de profesores y familia.

En el colegio de Trevías esta familia «es especial». Hugo debería disponer de una silla con mejores condiciones, según su fisioterapeuta: «Más ergonómica y que le permita tener más autonomía. Al menos que sea mecánica y Hugo puede jugar con el resto de niños sin que un adulto empuje la silla». Por eso, desde hace meses, el colegio treviense lidera una campaña para recoger tapones de plástico (que compra una empresa de Palencia por 200 euros la tonelada). El objetivo es llegar a comprar la silla que necesita el pequeño. Segun las estimaciones del centro, la silla cuesta unos 3.000 euros. «Queremos ayudar en algo y cuando vimos otros casos de recogida de tapones con fines solidarios pensamos que era la ocasión», señala la directora, Teresa Losada.

La lucha de esta familia es especialmente dura si se tiene en cuenta que Hugo tiene que vivir con su limitación física en un pueblo con muchas pendientes. En el centro «estos hermanos son muy conocidos» y queridos. La familia de los niños no quiere dinero ni donaciones en metálico para comprar la ansiada silla, pero les parece bien la campaña de recogida de tapones.

La madre de los pequeños regenta una ganadería y el padre está en la actualidad en el paro. Hugo y Jairo son dos niños «con mucha energía y que no se sienten diferentes al resto». Hugo sabe que mucha gente colabora para que él pueda tener una silla adaptada a sus necesidades y que en el colegio se recogen tapones de plástico. «Sé que son para mí», dice risueño. En realidad, son un medio para lograr, en última instancia, que el niño gane en movilidad y autonomía.

El centro, explica Teresa Losada, está dispuesto a continuar con la recogida «solidaria» más allá de la silla. La idea es seguir vendiendo tapones de plástico para hacer las reformas oportunas en la casa de Hugo. El caso merece la pena y en el centro educativo están desbordados con tanta solidaridad. Reciben tapones de otros lugares de Asturias y hay tres contenedores de recogida principales en el Ayuntamiento, el Hospital de Jarrio y el colegio.