Degaña,

Pepe RODRÍGUEZ

«Si no encuentras una historia que merezca la pena contar en 15 kilómetros a la redonda de tu casa, es que este no es tu trabajo». Esa idea, del director de documentales Michael Rabbiger, rondaba la cabeza de Iván Menéndez constantemente. Este joven de 32 años, de Degaña, estudió cine en Ponferrada y, después de trabajar en la televisión de las Islas Baleares, estaba en casa dudando qué hacer y dándole vueltas a la idea de dirigir un documental realmente especial. Con ese proyecto en la cabeza, se enteró de que en El Corralín, un pueblo de la reserva natural integral de Muniellos abandonado en los años 70, acababa de instalarse una francesa enferma de 50 años, llamada Francine Marcelle, que no quería saber nada de electricidad, de carreteras ni de bolsas de valores.

Iván Menéndez no se lo pensó y se fue hasta El Corralín. Se internó en el bosque y anduvo los más de cuatro kilómetros que hay, casi sin camino, entre El Bao y El Corralín. Hubo una conexión instantánea entre él y Francine.

«Era septiembre del año 2009, ella acababa de llegar. Fue todo muy poético, su historia me lo parece, y al tercer día de conocerla le propuse seguirla con la cámara. No sabía si daría para algo o no, si quería contar su historia o lo que iba a durar. Sólo con el paso del tiempo y con la maduración en mi cabeza de la situación vi claro que quería hablar de Francine».

Cuenta Iván Menéndez que estaba trabajando en un proyecto, «del que estaba harto», sobre las cuencas del Nalón en el año 1934, y conocer a Francine fue el detonante de la recuperación de parte de su infancia. «Para mí, El Corralín siempre fue un sitio mágico, desde que iba con 14 o 15 años de excursión, y quería plasmarlo», manifiesta.

Fueron tres años los que Iván Menéndez se pasó grabando a Francine -«la última vez que rodé algo fue en septiembre del año pasado»- y todo ese material acabó dando forma al documental «Los colores del viento», que versa sobre la vida de Francine en Muniellos. «No quiero sonar místico, pero creo que la historia de Francine es muy alucinante, representa a la madre tierra. Veo el mundo de otra manera tras conocerla, y siempre que vengo a Degaña voy a verla».

El documental refleja, según su autor, desde abajo, cómo una persona, a través de la voluntad y el amor, «pero con mayúsculas», es capaz de conseguir todo lo que quiere, «sin dinero y casi sin ayuda». La mayor parte del rodaje la llevó a cabo el propio Iván Menéndez de manera casi imperceptible, en el día a día de Francine, pero se ayudó de hasta 15 personas, la mayoría amigos suyos, que se encargaron de ayudarle en las partes más elaboradas del documental. «Nadie cobró nada», cuenta el director.

En mitad del trabajo su amigo Gonzaga Antuña falleció, por lo que el documental está dedicado a esta persona. «Era como Francine, una persona muy amorosa y con un estilo de vida diferente. Creó la cerveza «Caleya», con su hermano y su mejor amigo, y me ayudo a mí. Creo que todas estas historias son paralelas: Francine, Gonzaga, el documental, la cerveza... no dejo de pensar que todo tiene un sentido común, un proyecto de vida».

El documental «Los colores del viento» se proyectó en el Festival de Gijón y cosechó un gran éxito, según el autor, «y por éxito me refiero a que gustó a la gente. Yo no sabía dónde ponerme y vi la reacción de la gente. No me refiero a que fuera un éxito en otro sentido porque, realmente, pasó desapercibido en periódicos y en revistas. Allí no había nadie para contarlo».

El documental de Iván Menéndez sobre Francine Marcelle, que comparte protagonismo con el propio Muniellos en la cinta, ya se ha mostrado en Luiña (Ibias) y en Degaña, con gran afluencia de la gente de la zona, y se proyectará mañana en El Entrego. Se está trabajando con el objetivo de poder mostrarlo en Cangas del Narcea.