A pesar de que el ex alcalde salense dimitió hace meses y dejó de estar al frente de su grupo municipal en la oposición, el protagonismo de la política local sigue centrado en su gestión de los últimos mandatos, cuando a todos los domiciliados en el concejo nos llegaba anualmente una «memoria de gestión» lujosamente editada que contaba además con un texto de prosa muy ajardinada del entonces primer edil en el que se sentía muy satisfecho de sus logros. Eran tiempos de vino y rosas. Se nos hablaba del revulsivo que supondría para el municipio el polígono industrial de la Rodriga, ubicado en una de las vegas más fértiles del bajo Narcea, y que, a día de hoy, lo que se deja ver son montones de escombros. Sabíamos por la prensa que nuestro Ayuntamiento recaudaba mucho por la instalación de parques eólicos. Y, sin embargo, sin entrar en otros detalles, las arcas municipales salenses no parecen estar muy repletas.

Se publican informaciones que, de ser ciertas, no parecen indicar que la gestión del anterior equipo de gobierno se haya caracterizado por la eficacia y la transparencia. Toda la atención de la vida pública municipal la acapara el pasado más inmediato que no termina de aclararse. Un pasado en el que las críticas no eran nada bien recibidas, en el que la información oficial fue más bien propaganda, en el que la convivencia democrática se deterioró muy seriamente.

Toca ya reponerse en un concejo marcado por la despoblación y el abandono. En un concejo en el que las obras de la autovía de La Espina se fueron retrasando años y años hasta terminar en el parón en el que ahora se encuentran. En un concejo en el que el patrimonio artístico y cultural amenaza ruina, como es el caso del monasterio de Cornellana. En un concejo lleno de potencialidades por las que ningún ámbito institucional parece apostar.

Al culebrón hay que añadirle el abandono. Y, así las cosas, hace falta mucha energía ciudadana para salir del paso, para negarse a aceptar que este concejo quede marcado para siempre por lo que pudo haber sido y no fue, como sucedió con la obra ferroviaria inconclusa ya en la posguerra. Y ahora la autovía de La Espina desde Doriga hasta la capital del municipio lleva paralizada desde que Pepiño Blanco mandó parar en 2010. Añádase a ello el atractivo del monasterio si estuviese debidamente rehabilitado.

La pintora Celsa Díaz, colaboradora de LA NUEVA ESPAÑA, plasmó de forma envidiable en sus últimos (o penúltimos) cuadros esa geografía del abandono que padecemos.

Culebrón salense. Geografía del abandono. Bancarrota en los dineros municipales. Y las noticias que no cesan acerca de una gestión que no tuvo cabida en la propaganda que años tras año se nos enviaba. De una gestión política que generó una atmósfera difícilmente respirable.

Deseo que todo se aclare cuanto antes para pasar página y para que los trabajos y los días de este concejo tengan un irrenunciable empeño de futuro, dejando atrás todas las pesadillas, abandonos y despilfarros incluidos.