Arroyo Farandón (Tineo),

Pepe RODRÍGUEZ

Eran las diez de la noche. En pleno invierno. Mucho frío y mucha oscuridad. Pero cinco trabajadores de la mina de oro de Carlés (Salas) tuvieron la sangre fría y el coraje de salvar una vida.

Daniel Fuertes (Limés, Cangas del Narcea), Jesús Allande (Pola de Allande), Alberto Rodríguez (Rebollas, Cangas del Narcea), José Ramón Marqués (Cangas del Narcea) y Manuel Gómez (Tineo) iban a sus puestos de trabajo, de noche, juntos en el mismo coche, cuando al pasar por la curva del arroyo Farandón vieron un bulto subido a la barandilla del puente. Parecía ser una persona con las piernas hacia fuera, mirando al embalse de Calabazos. Intrigados, antes de llegar a los túneles, dieron la vuelta. Y se acercaron a la silueta. Vieron que era una señora, bajaron la ventanilla y preguntaron: «¿Necesitas algo?». Inmediatamente, la señora se precipitó al vacío. «Da mucha sensación, al ser de noche es como si hubiese desaparecido. Nos dio un vuelco el corazón a todos», cuenta Alberto Rodríguez.

De inmediato salieron del coche y usaron sus móviles para alumbrar el terreno, así como una pequeña linterna que tenían en el vehículo. Desde el propio puente localizaron una cara blanca, pálida, que se dejaba arrastrar corriente abajo. Alberto Rodríguez y Manuel Gómez corrieron por el camino que usan los pescadores para bajar hasta la orilla, sus compañeros se dedicaron a llamar al 112 e informar de lo sucedido.

Esos fueron los momentos más angustiosos. En un diálogo con la señora trataron de convencerla de que saliese del agua, pero ella, lacónica, le dijo a Alberto Rodríguez: «No arriesgues tu vida por mí». Éste lo tuvo claro: «O sales tú o me echo a por ti».

Cuando vieron que era imposible razonar, Rodríguez se desnudó y cogiendo la linterna con la boca se metió en el agua helada. Nadó unos treinta metros y llegó hasta la mujer, que había perdido el conocimiento. La sacó nadando hasta la orilla: «No hizo ningún amago de salvarse, de agarrarse, estaba medio inconsciente ya. Si no la saco entonces y esperamos a que llegue la Guardia Civil y los bomberos yo creo que ya habría sido tarde».

Cuenta Alberto Rodríguez que no pasó frío, en ese momento, porque todo lo que podía sentir eran muchos nervios y mucha tensión. La mujer, en la orilla, empezó a tener convulsiones pero, por fortuna, la ayuda profesional ya había llegado. Los cuatro compañeros se quitan mérito entre ellos. «Aquí el héroe es Alberto, que es el que se metió». Y el propio protagonista de esta historia cree que sólo hice «lo que haría cualquier persona normal en estas circunstancias».

Pero el hecho es que, entre los cinco, y Alberto Rodríguez en particular, salvaron una vida antes de ir a trabajar.