La aldea de Vigaña, en Belmonte de Miranda, se ha convertido en una mina de oro para los arqueólogos. Las investigaciones llevadas a cabo durante este mes dentro del proyecto «La formación de los paisajes del noroeste peninsular durante la Edad Media (siglos V-XII)», coordinado desde 2009 por los arqueólogos asturianos Margarita Fernández Mier (Universidad de León) y David González (Universidad Complutense de Madrid) en la zona denominada El Castru, han arrojado luz sobre un pequeño asentamiento fortificado que fue ocupado durante la Segunda Edad del Hierro y los inicios de la romanización por una pequeña comunidad campesina, hace 2200 años. Debido a la importancia del descubirmiento, los arqueólogos han ampliado una semana más los trabajos.

Las excavaciones en Vigaña ya sacaron a relucir en la zona de Las Corvas la primera cabaña neolítica documentada en Asturias y, ahora, el castro fortificado, pues los investigadores trabajan en varios puntos de la zona. La excavación muestra una gran cabaña circular, además de otras construcciones, como un espacio de trabajo artesanal dedicado a la metalurgia del bronce. «En lo alto del castro puede observarse una cubeta para la reducción del cobre construida con arcilla y bloques de piedra, rodeada por niveles con gran presencia de cenizas y carbones, así como suelos de arcilla fuertemente enrojecidos como resultado de la insistente actividad metalúrgica», explica David González. Además, los arqueólogos han recuperado restos relacionados con el trabajo de este metal, como escorias, recipientes cerámicos con adherencias de cobre y bronce, y pequeños fragmentos de objetos metálicos. Según las dataciones radiocarbónicas tienen 2200 años.

«Si hay una característica especial de este castro que lo haga destacar en el área cantábrica es la excelente conservación de los materiales recuperados», indica González. El buen estado de los objetos se extiende a fragmentos de hueso, que sirven para conocer con precisión la composición de los rebaños de los habitantes de El Castru, formados por vacas, cabras, ovejas y cerdos. El castro sería la aldea fundacional de lo que hoy es Vigaña.

Las investigaciones desarrolladas en Belmonte de Miranda sirven «para rellenar un importante vacío geográfico en la arqueología regional de la Edad del Hierro», afirma González.

El arqueólogo detalla que es «un período trascendental al constituir el momento definitivo en la sedentarización de los gupos humanos y el punto de inicio del paisaje agrario compartimentado y territorializado que, unos siglos después, se consolidaría en época romana y altomedieval».