Ha pasado tantas horas a la vera del Eo, que este fronterizo río ya se diría su hábitat. José Pérez (San Tirso de Abres, 1953) forma parte de la última estirpe de gancheros, esas habilidosas y astutas personas que sirven de guías a los pescadores. Más conocido como «Pepe» o «Barbas» en los municipios ribereños, empezó a ejercer el oficio hace 46 ó 47 años, es decir, siendo un muchacho.

Y dio ese paso «primero, por vocación», y en segundo lugar, «por necesidad». Recuerda Pérez que su principal maestro en el oficio fue un vecino ya fallecido, Eloy Cigarrán: «Mientras que algunos de aquellos gancheros tenían miedo a que supieras más que ellos, Eloy siempre me dijo la realidad; me indicó los nombres de los pozos, me descubrió las posturas, o sea, los sitios del río en donde paran los salmones?». Pepe o Barbas demora su mirada nostálgica sobre el río que da forma al valle que lo vio nacer: «Cuando yo empecé, éramos unos 15 gancheros en San Tirso, ¡y ahora sólo quedo yo!». A este protagonista de la vida ribereña le encantaría transmitir sus conocimientos, como Cigarrán hiciera con él, a algún muchacho de su pueblo, para mantener vivo el oficio: «No tendría ningún problema en enseñar a poner nudos, a montar aparejos?». Pero Barbas sabe que en San Tirso «no hay mucha afición a la pesca del salmón». Lo cual le resulta triste y, al mismo tiempo, paradójico, pues el pez teleósteo es el tesoro más preciado del río astur-galaico.

Barbas, hombre espigado y lacónico, es dueño de una infinita paciencia: «Hay que tenerla para acompañar a los pescadores. A veces ves cosas que éstos no están haciendo bien, y les indicas lo correcto, pero si no te hacen caso, es su problema. El ganchero tiene que limitarse a hacer su trabajo, que no es el de pescar». Claro que en otras ocasiones la paciencia de Pérez, unida a sus conocimientos, es determinante para que un agudo pescador acaricie, tras horas de faena, el éxito. Así lo atestiguan hazañas como ésta: «Le metí el gancho, hace unos treinta años, a un salmón de 11 kilos y medio». Más reciente está en la memoria de sus vecinos el primer campanu que el ganchero ayudó a sacar, en 2009.

Barbas ha practicado la pesca en todos los ríos asturianos. Y tiene clara su preferencia: «Sin desmerecer a ningún otro río, creo que el Eo es el mejor del mundo: tiene fáciles accesos y es noble (en él pican muy bien los salmones)».