Actor asturiano, participa en el corto «Vino de moras», rodado en el concejo de Valdés

Asturias parece seguir siendo el lugar que eligen muchos cineastas para ambientar sus historias. Durante el pasado mes de julio el concejo de Valdés, en particular la localidad de Barcia, fue escenario del rodaje del corto «Vino de moras», escrito y dirigido por Juan José Bors. David Blanka, joven actor asturiano que vive y trabaja en Madrid, es uno de los protagonistas del cortometraje, en el que interpreta al padre de uno de los niños protagonistas que guarda un pasado oscuro. La historia transcurre en el verano del 82 en un pueblo costero asturiano.

-¿Cómo fue el proceso de estudiar y aceptar la oferta para participar en el cortometraje?

-Fue el director Juan José Bors quien se puso en contacto conmigo para que participara en su proyecto, el cual fui siguiendo a través de las redes sociales y en su fase de pre-producción y financiación a través de la red. Cuando recibí su llamada me alegró mucho el poder ser uno de los actores elegidos. Y desde un primer momento el proyecto me encantó, porque es una historia de niños que nos traslada a todos los adultos a nuestra etapa de mayor efervescencia imaginativa y soñadora. Sobre todo para todas aquellas personas que hayan vivido una época como los 80, tan especial y llena de cambios en España, que se verán plenamente identificados en muchos aspectos de los personajes. Además, fue muy fácil aceptar la oferta por tener un guion que me pareció atractivo y por la cuidada producción de la que hacía gala.

-En el corto interpreta a un padre de familia, con un pasado oscuro a sus espaldas. ¿Cómo se preparó para el personaje?

-Es un personaje con muchas caras y cuya personalidad la vamos conociendo a través de los niños, que son los verdaderos protagonistas de «Vino de moras» y que hacen al público crearse su propia idea de él. Tuve que trasladarme a una época no vivida por mí y empaparme de la estética y los gustos del momento, además de los cambios físicos que realicé para parecer un padre de familia. Durante los preparativos estuve codo con codo trabajando con Bors y estudiando los diferentes enfoques que le podíamos dar, aportando ideas e intercambiando opiniones. Siempre digo que es importante el «trabajo de mesa» con el director y que el actor cuente con las herramientas adecuadas para crear el personaje que le tocará defender en pantalla.

-¿Puede contarnos alguna anécdota del rodaje y del trabajo con sus compañeros y el director?

-Una de las escenas del cortometraje transcurre en un teatro y Carlota Canal, la actriz protagonista que da vida a Tere, tenía que rociarme de purpurina. Estuve durante días destellando porque era incapaz de que se me fuera del cuerpo. A día de hoy la sigo quitando. Lo cierto es que fue un rodaje especial porque yo ya había trabajado con niños, pero ¡con tantos a la vez no! Me sorprendió de todos la profesionalidad que tenían a pesar de su edad, sabiéndose su texto a la perfección, escuchando al director lo que buscaba para cada escena y haciéndolo en un chasquido de dedos. Podrían aprender de esto algunos adultos de la profesión. Fue un reencuentro con compañeros y amigos como Úrsula (Villalta) y Jorge (Moré), con los que he estudiado y trabajado antes. El equipo técnico estuvo estupendo desde el primero hasta el último, combinando jóvenes promesas con veteranos curtidos en la batalla. Y Bors con las ideas claras, aspecto primordial para cualquier director.

-¿Cuál es su relación con Asturias y con Valdés? ¿Qué opina de la elección de estas localizaciones para rodar el corto?

-Asturies es mi vida. Dejarla es la desgracia de todo asturiano y en especial de aquel que se dedique al mundo del teatro o del cine, donde todo está en estado comatoso desde hace muchos años. Yo creo que estando fuera el sentimiento de pertenencia al país astur crece, fortaleciéndose de una manera muy emotiva y especial. Por eso, creo que el orgullo de ser asturiano solo puede entenderlo el que haya nacido y vivido aquí. Valdés es una de las grandes bellezas de este paraíso. He rodado varios proyectos en el concejo, como «Los fantasmas de Villavieja» y «El cuento de duna», del director J.K. Álvarez. Siempre es un placer venir aquí por sus gentes, por la calidad de estancia que te ofrece, por la calidez humana que se respira... el equipo de producción ha acertado de pleno eligiendo esta zona. No había mejor ambientación para la historia.

-¿Cuál es su valoración personal del cortometraje?

-Es un cortometraje en el que agradezco haber participado, el cual dejará con muy buen sabor de boca a quien acuda a verlo y desde aquí invito a hacerlo a los lectores de LA NUEVA ESPAÑA. Además de contar con unos paisajes estupendos, creo que hará revivir historias pasadas y conectar con esa parte soñadora de nuestra infancia. Espero que quien lo vea lo disfrute tanto como nosotros disfrutamos haciéndolo.