Bruno Castro tiene cuatro años y es autista. El pequeño aún no habla y pasa las mañanas en una guardería de Cangas del Narcea, donde vive junto a sus padres. Pero estos han decidido, como cualquier otro progenitor, escolarizar a su hijo ahora que ya está en edad de acceder a la Educación Infantil. El problema que se han encontrado es que no hay ningún colegio que les ofrezca una clase especial para un niño autista de la edad de su hijo.

Raquel Benavente, madre de Bruno, decidió, la primavera pasada, visitar los colegios de la comarca para ver dónde escolarizaba a su hijo. Se quedó prendada del colegio de Pola de Allande y decidió inscribir allí a Bruno. En un principio el niño fue admitido, lo cual le supuso una gran alegría, pero mes y medio después recibió una comunicación de la Consejería de Educación en la que se revocaba esa decisión y se incluía a Bruno en las listas del colegio Alejandro Casona de Cangas del Narcea.

Raquel Benavente, extrañada, acudió al Alejandro Casona y allí le dijeron que Bruno tendría que estar en una clase de niños especiales en la que el más pequeño sería un chico de 12 años.

«No me pareció normal; yo no sé cómo se educa, pero estoy segura de que con niños tan mayores no se puede hacer lo mismo que con mi Bruno, que ni siquiera habla. Yo quiero una educación justa para mi hijo y sus necesidades», cuenta Benavente.

Por lo tanto, el 15 de julio se desplazó hasta la Consejería de Educación a poner una queja. No consiguió respuesta en todo el verano, a pesar de que volvió en agosto y, de nuevo, este mes. Al final, le dijeron que la decisión era irrevocable.

«El problema es que en Pola de Allande acudieron a la Consejería a pedir un aula y un profesor de Educación Especial, para no meter a Bruno en una clase de mayores, y en el Alejandro Casona, no. Y por eso me revocaron la solicitud de Pola: por dinero. Sólo por dinero», se lamenta Raquel Benavente.

Esta madre no pide que le den nada que no necesite su hijo, ni está empeñada en un colegio u otro: «Si a mí me dicen que en Cangas hay un aula especial para sus necesidades, yo no le meto en el transporte todos los días hasta Pola de Allande, eso está clarísimo. Pero nadie tiene la culpa de que sea el único autista de esta edad en la zona. Y si tienen que ponerle un aula para él, pues la tienen que poner. ¿O qué hago? ¿Llamo a otros niños autistas para que vengan a vivir a Cangas?».

Raquel Benavente tiene claro que su lucha no ha hecho más que empezar, pero no tiene pensado cejar en su empeño. «Quizás no sepan que una madre es capaz de todo por su hijo, pero lo van a aprender».

Esta madre se ha sentido muy molesta por el trato que ha recibido en algunos estamentos de la Consejería de Educación. «Me parece increíble que haya gente que te responda, con malas maneras: "pues no lo escolarice", cuando le planteas tus problemas».