«Le voy a contar una cosa: no es la primera vez que LA NUEVA ESPAÑA está aquí. De hecho, si pudiste venir hasta aquí en coche es porque el periódico se empeñó en ello». Lo cuenta Avelino Collar y lo corroboran los demás vecinos de San Pedro de las Montañas, un pueblo que encontró su camino a Cangas del Narcea, asfaltado, en el año 1987 gracias al trabajo de Ángel Álvarez «Dupont», antiguo corresponsal de LA NUEVA ESPAÑA en el Suroccidente, y a Evelio G. Palacio, hoy subdirector del periódico.

«Yo era muy amigo de Dupont, que le encantaba por aquí porque decía que teníamos un gran jamón, y yo siempre le decía que no teníamos salida a Cangas y que, así, no se podía vivir», explica Avelino. Así fue como los dos periodistas fueron a San Pedro de las Montañas y Álvarez enseñó a su compañero la situación en la que estaban.

«Un día se me presentaron aquí. Subieron por la pista maderera y bajaron andando al pueblo. Al marchar me dijo Evelio que iban a sacarlo las veces que fuera en el periódico hasta que tuviéramos la carretera. La semana siguiente ya salimos y, antes de un año, estaban los de la Consejería midiendo con los topógrafos», ríe Avelino recordando los hechos.

De esta forma no sólo San Pedro de las Montañas, sino también las Defradas, San Félix, Fuentes de las Montañas y las Avelleras consiguieron, en el año 1987, tener una carretera de salida hasta Trones y, por consiguiente, hasta Cangas del Narcea. José Antonio Fernández, por ejemplo, dejó su trabajo en la mina para entrar como barrenista en las obras de la carretera. «Ya me parece bien salir en el periódico otra vez. Entonces me pusieron debajo de la foto "el famoso Jeoridas"» dice, riendo sin parar. «Así que tu ponme lo mismo. Mira tú, otra vez en el periódico... de aquella bien nos sirvió».

En los cinco pueblos mencionados viven unas 50 personas, pero en San Pedro de las Montañas no llegan a la decena, pues sólo hay tres casas habitadas. En el pueblo hay un centro de interpretación llamado «El oro de las Montañas», debido a que los romanos trabajaron ese metal en su paso por la zona.

De hecho, el preciado oro ha sido objeto de innumerables leyendas en el pueblo: «Contaban los viejos que si ibas a la fuente y andabas doce pasos encontrabas lingotes de oro. Nadie decía que se lo creía pero había mañanas, antaño, en que aparecían las rocas dadas la vuelta y marcas de excavaciones... a la gente le daba vergüenza ir de día, pero bien que lo intentaban por la noche», relata con sorna Avelino, y añade «Jerodias»: «Decían que había mucho oro, ¿tú viste algo? Pues yo llevo viviendo aquí toda la vida y tampoco vi nada. Igual lo hubo en su tiempo, pero el nido quedó y el pájaro marchó».

El edificio del centro de interpretación dejó de abrirse hace ya dos años y está sólo, en medio del pueblo, como ejemplo de tantas infraestructuras turísticas que poco aportaron a las zonas donde se construyeron.

De las tres casa habitadas en San Pedro de las Montañas, dos de ellas viven de la ganadería, pues suman cerca de 40 cabezas de ganado entre ambas.

Como sucede con la mayoría de los pueblos de la zona, las quejas por el lobo y el jabalí son abundantes, incluso por la reciente presencia de los osos. Collar sentencia: «Yo nunca en mi vida vi osos por aquí, y ahora se ven a menudo».