El pasado 7 de octubre LA NUEVA ESPAÑA publicó una noticia que llamó mi atención desde el titular: "El general Riego se sublevó para no luchar en América, dice un historiador". Tal afirmación fue realizada por el catedrático Manuel Moreno. Yo, sin querer enmendarle la plana a nadie, también deseo dar mi opinión.

Ese joven desconocido que ascendió inmerecidamente a comandante, según palabras del profesor Moreno, había participado en la batalla de Espinosa de los Monteros de 1808. Fue hecho prisionero por los franceses y permaneció en cautividad, en Francia, más de cinco años.

El pronunciamiento de Riego, en principio, fue uno más de los que se produjeron tras la vuelta al absolutismo en 1814. Todos ellos con una finalidad: restablecer la Constitución de 1812. Y con esa intención se produjeron los de Mina en 1814, Porlier en 1815, la denominada conspiración del triángulo en 1816, la de Lacy y Milans en 1817 y la de Vidal en 1819.

Y es que el regreso de Fernando VII -rey inepto, déspota, traidor a su familia y a su país- supuso un retroceso en el tiempo al que no todos estaban dispuestos a volver. No está de más recordar que el 17 de abril de 1814, el general Elío puso sus tropas a disposición de Fernando VII. Probablemente ése fue el primer pronunciamiento contemporáneo en España.

No trato de dar una lección de Historia, pero no está de más enmarcar un poco el contexto.

La afirmación de Manuel Moreno de que el levantamiento de Riego tuvo éxito porque libraba de embarcar a los soldados con destino a América parece un poco tajante.

El profesor Moreno sabe muy bien que los barcos comprados a Rusia, de segunda mano, para trasladar a los soldados españoles no reunían las condiciones necesarias. Así lo manifestaba el informe dirigido al Gobierno por Francisco Hidalgo de Cisneros, capitán general de Cádiz. Este hecho suscitó un enorme malestar y el pueblo acusó de fraude a los altos personajes que intervinieron en la operación. No hubo embarque.

Rafael del Riego, en su proclama en Las Cabezas de San Juan (Sevilla), dijo: "Soldados, mi amor hacia vosotros es grande. Por lo mismo, yo no podría consentir, como jefe vuestro, que se os alejase de vuestra patria en unos buques podridos para llevaros a hacer una guerra injusta al Nuevo Mundo; ni que se os compeliese a abandonar a vuestros padres y hermanos, dejándolos sumidos en la miseria y opresión (…) un rey absoluto, a su antojo y albedrío, les impone contribuciones y gabelas que no pueden soportar (…) La Constitución, sí, la Constitución, basta para apaciguar a nuestros hermanos de América". (Tuero Bertrand, Francisco: "Riego, proceso a un liberal", Nobel, 1995).

No parece que hubiese ningún temor por parte de Riego. Todo lo contrario, su rechazo a embarcar tropas estaba plenamente justificado, dada la situación de las naves.

Aquí la interpretación que hace el profesor Moreno es negativa. Yo, por el contrario, considero que fue una decisión acertada. Una de las prioridades de cualquier jefe militar es velar por sus propias fuerzas.

Por otra parte, realiza un juicio de valor, negativo nuevamente, acerca del pensamiento de Riego al referirse a esa guerra injusta. ¿Qué hay de malo en ello? Era su creencia. El profesor es muy libre de pensar que no era acertada esa opinión, pero eso es una valoración personal, no una certeza histórica.

En las Cortes de Cádiz hubo diputados de Ultramar que ya manifestaron sus inquietudes por las relaciones de España con las colonias. Los desencuentros con la metrópoli no eran nada nuevo.

La situación allende los mares era delicada. La clase mercantil criolla seguía marginada, la difusión de las ideas europeas motivaba a pensar, la independencia de las colonias inglesas servía de ejemplo y todo ello favorecía el fomento de las ideas emancipadoras.

Riego se convirtió en un héroe en aquellas latitudes, al igual que para rusos, alemanes, ingleses, franceses e italianos. ¿Eso es tan terrible? Riego fue un referente para los "progresistas" de muchos países, no para los defensores del Antiguo Régimen. Eso es una realidad histórica que podrá gustar o no pero que, desde luego, estuvo ahí.

Manuel Moreno cita a Antonio Alcalá Galiano -cómo no-, pero hay un detalle que no se puede obviar: participó en el levantamiento junto con otros como Mendizábal, Isturiz y Quiroga.

Habría que mencionar que fue ese mismo Alcalá Galiano el que dijo: "Había sido juzgado Riego por mofa y contra toda ley (…) Derramada así la sangre de personaje superior nota y cuenta entre los de la revolución acabada".

En fin, para gustos, opiniones. Lo que sí podemos decir, sin temor a equivocarnos, es que Riego no pretendía asumir el poder de forma personal. A partir de su pronunciamiento se convirtió en un héroe para unos y en un villano para otros.

Su muerte fue ignominiosa, su coherencia e integridad personal puesta en tela de juicio y su muerte una afrenta a las leyes.

Francisco Tuero Bertrand, que fue magistrado del Tribunal Supremo y presidente de la Junta Electoral Central y de la Academia Asturiana de la Jurisprudencia, dijo en el libro citado más arriba que "no fue, pues, el proceso de Riego un modelo de valores jurídicos…".

Tan patente fue la injusticia, que en 1835 se promulgó un real decreto rehabilitando su memoria. Hecho curioso en este país, en el que somos tan dados a postergar los reconocimientos y a no subsanar los errores.

El profesor Alberto Gil Novales, máximo conocedor de Riego, escribió: "Un poder tan estúpido como el absolutismo español no pudo nunca comprender la altura moral de Riego, como no le ha comprendido ni perdonado hasta el día de hoy" (Gil Novales, Alberto: "Rafael del Riego y la Revolución de 1820", Ayuntamiento de Tineo, 2000).

No quiero acabar sin recordar una cita, que, aunque un poco larga creo muy ajustada a este momento: "También vivió la experiencia de la lejanía vuestro paisano Rafael del Riego, cuya agitada vida política debemos analizar desde una correcta perspectiva histórica. El tiempo pasa y con su transcurrir el pasado va cobrando su auténtico significado. Cuando las acciones de los hombres responden a un deseo de justicia y de paz, cuando buscan el progreso, la libertad y el bien común, cuando, en fin, les mueve un profundo amor a la patria, el juicio de la posteridad debe realzar lo que hubo de imperecedero en sus inquietudes y en la defensa de sus ideales. Con estas premisas debemos interpretar la vida, la obra y la acción de Rafael del Riego, que murió hace más de ciento setenta años en penosas circunstancias. Una década después, mi antepasada la reina regente María Cristina firmó un real decreto en el que, con hermosas palabras, habla de la necesidad de borrar las memorias amargas y repone al general en su buen nombre, fama y memoria. A este espíritu de reconciliación, de concordia y de justicia me uno de todo corazón".

Son palabras del príncipe Felipe de Borbón dichas en el año 2000 con motivo de la entrega del premio al Pueblo ejemplar a Tuña (Tineo). ¡Cómo cambiaron las cosas!

Los mitos del pasado son sencillamente eso. Los revisionismos históricos son legítimos cuando están basados en fuentes y análisis científicos. Es más, son necesarios e imprescindibles. Las opiniones entran en otra categoría.