El profesor y etnógrafo Armando Graña visita cada dos días el tejo de Salas. Vecino de Las Regueras, trabaja en la capital salense desde hace años y es uno de los muchos interesados por el árbol San Martín que suele acudir al cementerio para comprobar "cómo está, cómo va esto". Él conoce las leyendas que en Asturias hablan del tejo, de su conexión con los antepasados y con la vida y la muerte. Los cementerios de antes eran pequeños. Los muertos se enterraban en la tierra sin más, y esta tierra (con los restos mortales de cada persona) se removía con cierta frecuencia. Dicen que cada una de las raíces del tejo "va a la boca del que está enterrado". De esta forma, toda la comunidad está unida y enterrada en forma de árbol. Además, el tejo tiene hoja toda el año y su madera no se pudre. Dos características que alimentan la leyenda del árbol y el alma viva de los muertos que guarda. "Es decir, el tejo remite a la vida y a la muerte", explica Graña. A la muerte, porque todo él es venenoso. "Un caballo come un trozo de tejo y se muere", detalla Graña. "Sin embargo, sus frutos son muy ricos", añade. En el caso de Salas, el tejo acompaña a una iglesia en su origen prerrománica. En algunos textos sobre mitología se dice que el tejo "es el vínculo del pueblo asturiano con la tierra y con los antepasados".