Ls viñas de Cangas del Narcea han pasado de ser el patito feo de la viticultura española a convertirse en uno de los ejemplos más notables y aplaudidos de la llamada viticultura heroica. En tan solo quince años, que han pasado como un suspiro, el vino que se hace en Cangas ha pasado de estar al borde de la desaparición a encontrarse a un paso de obtener la Denominación de Origen. Y eso sin tener en cuenta las críticas, que han mutado de un "eso no lo beben ni los mineros" a estar en las cartas de algunos de los mejores restaurantes de España y ser nombrados por los expertos de cualquier signo y condición entre los vinos de mayor crecimiento en calidad y de mayor potencial.

Todo eso no se consigue si no se parte de un trabajo concienzudo y férreo en la parte más importante del sector: las viñas.

Son las viñas de Cangas, con sus caracterísiticas especiales: sus suelos, su pendiente, la cantidad de sol y de agua que reciben... las que hacen grande al vino.

Por eso el trabajo que se realiza en esta época del año, aunque carece de la fiesta y la atención de la vendimia, es fundamental para el adecuado desarrollo de los caldos.

En este tiempo invernal lo que toca es acercarse hasta la viña para, sobre todo, podar las plantas de forma que puedan crecer en ellas los racimos de la mejor forma posible. También hay que reparar los postes que se hayan podido dañar a lo largo del año, tensar los alambres que sujetan esos postes, encalar el suelo para regular el ph de la plantación y marcar las variedades.

Este último punto es muy importante pues la Denominación de Origen Protegida Vino de Calidad de Cangas requiere que las uvas estén perfectamente identificadas. Suele hacerse con una cartulina, cuyo color identifica una variedad concreta, pero como a lo largo del año se pierden algunas de esas etiquetas es en este período cuando hay que revisar todas las vides para poder marcarlas de nuevo.

"Ahora estamos probando a poner chinchetas en vez de cartulinas porque creemos que se deteriorarán menos. Pero nunca lo hemos hecho antes, así que no sabemos qué resultado darán", expone José María Martínez con su proverbial pose de sabio de pueblo, su hablar pausado y una permanente sonrisa.

Martínez es, junto a sus hijos, el dueño de unas tres hectáreas de viñedo en la zona de Las Barzaniellas, en Limés (Cangas del Narcea), una de las viñas más espectaculares de cuantas aportan uvas al Vino de Calidad de Cangas.

"El rojo, por ejemplo, sirve para distinguir al carrasquín, mientras que el azul es para el albarín tinto (las dos son variedades autóctonas). Aquí, en esta viña, predomina el albarín tinto, casi un 80 por ciento de la misma en uva tinta, aunque nosotros ya tenemos casi tanta tinta como blanca", explica el patriarca familiar, a lo que añade, tra ser preguntado sobre si el vino blanco es el futuro de la zona: "qué se yo, opiniones hay para todos los gustos", de nuevo con un gesto de extraordinaria claridad y elocuencia.

Su hijo, que también se llama José María Martínez, ha heredado el aplomo de la sabiduría popular de su padre: "Si amanece y está lloviendo, no vienes, pero estás todo el día pendiente por si despeja. Ahora, si sales de casa y se te pone a llover en la viña, no te queda otra que coger el paraguas y aguantar el chaparrón. A veces incluso te escapas un poco y vas hasta casa a echar un cafetín, a ver si para de llover", comenta entre risas.

Porque este proceso de adecuación de las viñas no puede durar mucho más allá del 19 de marzo. Se comienza hacia el 15 de diciembre y, dependiendo de la superficie, se pueden extender los trabajos hasta la llegada de la primavera. Luego ya vendrá el momento de la floración y los trabajos serán muy diferentes, por lo que esta parte de la poda ha de estar concluída para entonces", señala José María hijo.

Para estas labores, como era de esperar, la meteorología ideal es la propia de la época, cuenta Martínez padre: "Sí, porque, si está muy malo, no puedes salir a trabajar y, si está muy bueno, empieza la planta a florecer antes y eso tampoco es deseable. Para la viña es mejor que haga malo y para el viticultor mejor que haga bueno, así que lo ideal es el término medio y que haga un invierno normal", manifiesta.

Por supuesto, no son los únicos que están en las viñas podando. Desde la ladera de Las Barzaniellas, y mirando al sur, hacia Limés, a ambos lados del valle se pueden observar decenas de pequeños viñedos y, en ellos, normalmente en pareja, a los viticultores heroicos que, acompañados por el ligero orbayu, en las tardes más propicias, preparan las vides para que sigan produciendo uno de los vinos que más están dando que hablar en España.