"En la escuela no eras sólo la maestra. Eras la maestra, la directora, la jefa de estudios, la limpiadora, la enferemera... lo eras todo". Estas palabras, pronunciadas por María del Pilar Guerra, resumen la jornada que se vivió ayer en el colegio Aurelio Menéndez de Ibias y que sirvió como un gran y emotivo homenaje a la escuela rural, a sus inicios y a cómo eran las cosas a mitad del siglo XX.

El colegio de San Antolín es conocido por tener un programa anual, "Ibias, lenguas y culturas", que se caracteriza por abrir una ventana al exterior y enseñar a sus alumnos los diferentes mundos que hay más allá del Pozo de las Mujeres Muertas. Sin embargo, este programa se dedicó ayer a mirar para sí mismo, a las escuelas en las que comenzó la educación en el concejo. Y resultó ser un tema de tanta importancia, y de tanta apertura de mentes, como el conocer lenguas y culturas lejanas.

Los protagonistas fueron, indudablemente, los veteranos maestros que dieron vida a esas escuelas rurales. Estuvieron presentes la citada María del Pilar Guerra, Jesús Murias y Argentina Monjardín. Junto a ellos, por el lado de las autoridades, se sentó en la mesa el presidente de la Junta General del Principado, Pedro Sanjurjo. También intervinieron la secretaria general de la FETE-UGT Asturias, Maxi Fernández, y la escritora y documentalista Pilar Sánchez.

El debate estuvo guiado, siempre tratando de sacar el máximo partido a las anécdotas de los protagonistas, por Vicente Montes, jefe de sección de LA NUEVA ESPAÑA.

De hecho, fue el propio Montes el que comenzó explicando que su padre fue maestro rural y relatando cómo, en una ocasión, el Alcalde llegó a la escuela de su padre y ordenó "que el señor maestro encienda la estufa", a lo que el señor maestro respondió que de eso nada, pues la pagaban los propios alumnos. Al día siguiente, el Ayuntamiento comenzó a pagar la estufa.

El frío siempre fue uno de los grandes enemigos de la escuela rural, pues no había fondos para pagar una fuente de calor y eran los propios alumnos los que, por orden, llevaban la leña para calentarse. "Yo estuve muchos años en Tuña (Tineo) pagando la calefacción, y pidiéndola al Ayuntamiento. Tardé mucho en consegur que pagaran el butano", contó Monjardín.

Todos los maestros invitados hablaron sobre las dificultades de la escuela rural durante el franquismo, de lo que se perdió tras la caída de la República, pero, al mismo tiempo, de que las relaciones eran muy diferentes y, en cierto sentido, entrañables. "Estabas en contacto continuo con los padres. Había mucho respeto por la figura del maestro en los pueblos", relató Jesús Murias, a lo que sus compañeras añadieron: "sus problemas eran tus problemas, estabas completamente integrada en la vida del pueblo porque vivías allí, eras una más".

Tanto eran uno más que, por ejemplo, los mayores se quedaban a ayudar a limpiar por la tarde tras las clases, y se hacía la vista gorda si "echaban un pitín; no estaba bien, pero, total, iban a hacerlo fuera, así que mejor allí. Hacías como que no los veías", comentaron, entre risas, estos maestros rurales de mitad de siglo.

Sanjurjo, por su parte, aconsejó a los alumnos del Aurelio Menéndez que se esfuercen mucho porque "todo aquello que carguéis ahora en la mochila será vuestro. Y a los maestros, solo decirles que no pierdan la ilusión". Añadió que él mismo estudió en una escuela rural.

Pilar Sánchez, por su parte, quiso poner el acento en el hecho de que "aún no hemos recuperado la vocación pedagógica de aquellas maestras de la República. No olvidemos que la cultura es el faro del pueblo", remarcó.

El colegio de Ibias, tan dado a mostrar a sus alumnos lo que hay en el ancho mundo, les dio dio una sustanciosa lección sobre sus propios orígenes.