Son las dos de la madrugada y algo no va bien en Castropol. Los vecinos que hacen las alfombras florales del Corpus Christi, las más visitadas del occidente asturiano, están "desesperados". Roberto Frontera es uno de ellos. Vive en Estados Unidos y todos los años hace coincidir sus vacaciones con el Corpus de Castropol. Este año se encargó de dibujar el suelo de una de las calles con imágenes que evocan la vida de Cristo (nacimiento, bautismo, última cena, muerte y resurrección), "y por un momento pensé que no había servido de nada". Llueve y el agua hace que los frágiles materiales utilizados para rellenar los dibujos del suelo (arroz, pétalos, piedras menudas y semillas de eucalipto, entre otros) "campen a sus anchas", echando por tierra el trabajo de los miembros y colaboradores de la asociación "El Pampillo", encargada de confeccionar y organizar las alfombras florales. Algunos de los vecinos que participan en los trabajos optan por irse a casa y madrugar, pero otros se quedan para ver cómo evoluciona el tiempo y si es posible hacer algo por las delicadas alfombras.

A las tres de la madrugada, Roberto Frontera abandona, pero a las seis vuelve a la tarea. Entonces, para de llover y la gente vinculada a la organización de la fiesta coge fuerzas. "De ver cómo estaba esto hace unas horas y cómo está ahora...", dice Frontera. Son las once de la mañana y la gente felicita a los autores de las alfombras, este año especialmente coloristas. "El agua no pudo con nosotros", proclama Elena Iglesias. Ella se encarga de hacer algunos de los tramos de alfombras. Este año se han utilizado ciprés, pampillo, margarita y hortensia, una flor con la que en otras ediciones no fue posible contar. Según la Policía Local, hay 'vestidos' unos 800 metros de calle. Los visitantes hacen el recorrido por orden y siempre vigilados por agentes de este cuerpo de seguridad municipal y de Protección Civil. "Se trata de garantizar que no se pisen", dice uno de ellos.

En Castropol, la fiesta del Corpus Christi es una de las más importantes. Está considerada de interés turístico desde 2007. En 2009 se creó la asociación "El Pampillo" con el objetivo de "perpetuar la fiesta", a pesar de que, si algo no falta en esta villa cercana a la ría del Eo, son las ganas de colaborar. Mari Pepa Espinosa, residente en Madrid, asegura que es una de las cosas que más se agradecen, "la unidad del pueblo y la ilusión con la que trabaja". En el suelo se ve color y también el trabajo concienzudo de unos cuarenta vecinos. "Gracias por esta maravilla", escribe la gijonesa Marta Díaz en el libro que ha dejado la organización frente al Ayuntamiento para que el público anote sus comentarios.

Según Justa Pérez, hacía años que no se pasaba tan mal por la amenaza y la presencia de lluvia. Finalmente, acompañó la mañana. Castropol tuvo sol y, más que eso, aprendió una lección: "a no rendirse", añade. El marido de Justa, José Luis García, estuvo toda la semana separando hoja de ciprés, "desde las nueve de la noche a las dos de la mañana. Es la forma de colaborar con todo esto, que es algo estupendo", subraya.

Más allá del color que hace que Castropol viva un día especial, el párroco hace hincapié en el origen de esta fiesta, "que nos hace engalanar las calles para dar la bienvenida el cuerpo de Cristo". Juan Ignacio García, antes cura de Villaviciosa, cree que las alfombras de Castropol "son de las mejores de Asturias, si no las mejores". En el concejo pocos discrepan. Feli Rodríguez tiene 77 años y ayuda cada año. "Esto nos mantiene vivos", sentencia.