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Fogones con solera en Castropol

Tres generaciones han llevado Casa Vicente, que se fundó gracias al dinero que enviaron los familiares emigrados a Argentina y ahora celebra su 75.º aniversario

Sobre estas líneas, Vicente Alonso e Isabel Martínez Vinjoy. A la izquierda, Marta Fernández-Catuxo y Vicente Alonso; y arriba, una foto antigua del negocio.

Castropol, T. CASCUDO

En el año 1940 los castropolenses Vicente Alonso Díaz (Moldes, 1916) y Bernarda García García (Lantoira, 1921) cogen las riendas de un viejo negocio de hostelería a orillas de la ría del Eo, en plena villa de Castropol. Aquel bar y casa de comidas, primero llamado La Amistad y después Casa Vicente, ha logrado sobrevivir hasta la actualidad convertido, 75 años y tres generaciones después, en uno de los establecimientos hosteleros más veteranos y con más solera de la comarca occidental.

Cuentan los actuales dueños, Vicente Alonso y Marta Fernández-Catuxo, que cuando Vicente y Bernarda se casaron, los padres de ésta decidieron invertir unos ahorros enviados desde el otro lado del Atlántico por unos familiares emigrados en Argentina para adquirir el viejo bar y dar un futuro digno a la pareja. Corrían tiempos duros, en plena posguerra española, así que los inicios fueron difíciles e incluso el matrimonio sopesó abandonar y probar suerte en América. Pero Bernarda, que tenía muy buena mano en la cocina, logró atraer a los parroquianos con su cordero asado -el plato estrella del establecimiento-, y otras recetas caseras forjadas en cocina de leña.

"El abuelo de Vicente iba en moto a las casas de la zona a comprar los corderos. Los mataba allí y los traía de vuelta en moto", cuentan como anécdota los actuales propietarios, que aseguran que el cordero asado es el plato más antiguo del restaurante y el "que dio nombre a la casa". El matrimonio también tenía un pequeño huerto del que sacaban las patatas y otros productos que después servían en el restaurante, que entonces no tenía más de seis mesas. La cosa prosperó y lograron sacar adelante a tres hijos gracias al trabajo en el establecimiento, que fue cogiendo fama con los años, convertido en un negocio familiar.

Un año después de asentarse en Castropol nació el primer hijo de la pareja, Vicente Alonso García (Castropol, 1941), que tiempo después se hizo con las riendas del negocio junto a su mujer, la también castropolense Isabel Martínez Vinjoy (Piñera, 1940). "En su etapa se produce una gran evolución. En 1980 se amplían las instalaciones y se construye un edificio anexo. También se elabora la primera carta-menú ya que hasta entonces lo habitual era que se cantasen los platos", explican. Cuenta la familia que el abuelo Vicente siempre narraba como un gran hito la llegada de las primeras coca-colas y los helados, ya que supuso disponer de neveras para el almacenamiento en frío de los productos.

Vicente Alonso e Isabel Martínez Vinjoy tuvieron cuatro hijos, pero fue Vicente Alonso el que decidió seguir con la tradición familiar. Sus recuerdos de infancia están ligados al restaurante y rememora cómo con siete u ocho años lavaba vasos subido a una caja para llegar con comodidad al fregadero o servía mesas junto a sus hermanos. "Lo aprendí desde pequeño, es algo que te sale solo", precisa Alonso, quien reconoce que siempre tuvo claro que quería seguir con el negocio. Con 23 años, tras fallecer su padre, le tocó ponerse al frente y se convirtió en gerente de Casa Vicente, aunque a él siempre le gustó más el nombre original de La Amistad. De hecho, precisa, aún en el concejo les conocen como "los de La Amistad".

En 2002 los actuales propietarios decidieron acometer una reforma integral del establecimiento, modernizándolo por completo. "En cuanto a la comida decidimos volver a los orígenes, a la cocina tradicional con buena materia prima y sobre todo, con productos locales", explican. En ello, reflexiona el matrimonio, reside parte del secreto del establecimiento, el decano del sector en Castropol. El equipo humano también juega un factor importante. Cuentan con 8 empleados durante todo el año, plantilla que aumenta en verano: "Hay dos personas que llevan aquí treinta años, así que somos como una familia. Todo el mundo hace de todo y formamos un buen equipo", incide Fernández-Catuxo.

Los dueños de Casa Vicente quieren aprovechar el 75.º aniversario para rescatar la historia de una familia que, partiendo de cero, con mucho sudor y trabajo, logró levantar todo un referente gastronómico de la comarca.

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