El español, también con nacionalidad de EE UU, doctor don Severo Ochoa fue distinguido como premio Nobel de Medicina en 1959. Recibió, entre otros, el doctorado honoris causa por la Universidad de Oviedo, en cuyo edificio fundacional (1608) tiene dedicada un aula recordatoria específica. Recibió otras muy diversas distinciones y tuvo la inmensa generosidad e hidalguía con su tierra y patria de participar en el desarrollo inicial de la Fundación Príncipe de Asturias, de una manera particular en los avatares del diferenciado como premio de Investigación Científica y Técnica, de cuyo jurado fue presidente. Posteriormente a su jubilación se trasladó a España, donde desarrolla la Fundación Carmen y Severo Ochoa. En años sucesivos permaneció unido a Luarca, Asturias de sus raíces juveniles. Eternizada su esposa doña Carmen, esperó, con visitas frecuentes a su natalizado hogar, la llegada del final, lleno de misterios de la no vida génico-genómica, activa en el medio terrestre, para reunirse, en el polvo que todos somos, con ella, en el idílico y abierto a la inmensidad del mar océano cementerio de esta localidad. Donde reposa y además habita, en el recuerdo con nostalgia de tantos y todos con los que coincidió en su haber juvenil de profesional investigador, así como de ayudador y promocionador de investigadores, desde un Instituto propio del CSIC, en desatendidos campos de la investigación española. Se refería a la Universidad de Oviedo como "mi Universidad"; mencionaba su peripecia personal en el mundo de la ciencia americana, correspondiente a lo que hoy llamaríamos un... ¿"fugado científico"?, hacia espacios de mayores posibilidades de desarrollo de estudios en el campo investigador. Lo consiguió sin vanidad y permaneció unido a sus lugares de ascendencia, ayudando y orientando a quienes querían trasplantar o recibir injertos de las nuevas y poderosas formas de investigación, muy activas en el país que lo recibió, respetó y ayudó. Realizó, en momentos difíciles y confusos, aquello que la ciencia global y mediática de hoy debe realizar, casi de forma habitual.

Tiene un museo en su natal Luarca, dedicado a resaltar los diversos aspectos de su muy importante perfil investigador global, así como también para ejemplificar aspectos de la necesidad de la investigación para los jóvenes que quieran servir mejor a la humanidad. Por supuesto que es una iniciativa laudable y más en estos momentos, de tan poca afección por la ciencia investigadora fundamental, así como aplicada. Considerando aspectos colaterales económicos, referidos al mantenimiento de esta iniciativa, que se me permita y disculpe el atrevimiento de sugerir -como complemento a la valoración de la obra del doctor Ochoa- el que, sin perjuicio del citado museo, se proponga al Consistorio de esta localidad que pase a denominarse "Luarca de Ochoa". Aquí vivió juvenilmente, está enterrado con su mujer y permaneció, retornando los últimos años de su vida. Determine lo que la cordialidad de los habitantes de esta localidad considere; Luarca fue y permanecerá como hito... en el caminar de éxito y con frutos para servicio a la humanidad del doctor Ochoa. Probablemente, sea conveniente que la marca "Luarca de Ochoa" ampare, además, sentimentalmente su obra sustancial, realizada por y para la ciencia universal del entendimiento de la vida, las vidas y... su deseada y buscada paz.