A Sheila Fernández no hay quien la pare. A pesar de que sufre una pequeña lesión, no ha querido perderse la ocasión de disfrutar de un entretenido paseo por la costa naviega. "Si es al aire libre, en contacto con la Naturaleza, cualquier actividad me encanta", explica. La ceguera parcial que sufre no supone para ella obstáculo alguno a la hora de lanzarse a la aventura. No en vano, ya son seis años los que lleva participando en el grupo de montañismo de la ONCE. El colectivo visitó durante el fin de semana la comarca para disfrutar de una de las rutas de referencia: la senda costera que une Navia y Barayo.

"Es la primera ruta que realizamos en el grupo después del parón del verano. Siempre tratamos de combinar una ruta marítima con las de montaña. Venir a Navia es la forma de inaugurar el otoño en condiciones", señala María Álvarez, al frente del grupo de senderismo, que desplazó a un total de 25 participantes hasta la comarca.

Kaly Menéndez fue, una vez más, el guía de lujo con que contó la expedición. Perfecto conocedor del camino, y preparado para trabajar con personas con todo tipo de discapacidad, Menéndez explica que se trata de una "ruta fácil, asequible para todos los públicos, y que se puede modular en dificultad". El recorrido desembocará en Puerto de Vega para los senderistas más avanzados, o en Frejulfe para los menos avezados.

El guía se convierte, en este tipo de iniciativas, en la mejor herramienta que tienen los participantes para interpretar el entorno que los rodea a cada paso. "Vamos explicándoles los acantilados, la vegetación del entorno, la diferencia de olores del mar, de pinos, de eucaliptos. Y al mismo tiempo hacemos un repaso histórico: hablamos de puertos balleneros, de castros, de la desembocadura del Navia y de las tradiciones de la zona", señala.

En el grupo se encuentran nueve ciegos totales, que requieren medidas excepcionales para superar con éxito los retos que plantea el camino. Es por ello que algunos disponen de perro guía, otros hacen uso de barras direccionales, con las que se guía al caminante, y otros se apoyan en voluntarios, que prestan su brazo para que todos puedan disfrutar al máximo de la experiencia.

Uno de esos voluntarios es Miguel Ángel Caso, que subraya que su objetivo es "ayudar a que las personas con dificultades sean autónomas, y puedan hacer la ruta sin problemas. Intento que los participantes se sientan cómodos, como si la hicieran por sí mismos", señala, y apunta a que la clave está en "ser muy empático e ir hablándoles todo el camino". Lleva cuatro años como voluntario, y dice que es "lo mejor" que tiene en la vida.