Una larga cola de personas con botellas en la mano se forma en Villaoril, a los pies de la Fuente Santa que la Virgen del santuario acababa de bendecir. Luisa Rodríguez, de Tablado de Riviella (Tineo), prefiere acudir al manantial antes, y así evitar la espera. "Solemos venir todos los años, por devoción, por promesas, y este año, además, porque hace un gran día", señala, mostrando varios envases de agua bendita que se llevará para todo el año. Y es que la romería de Villaoril, celebrada ayer, conjuga devoción y tradición a partes iguales, y consigue mantenerse año tras año como una de las citas de referencia para los creyentes en el Occidente asturiano.

María Dolores Riesgo y Luz Divina Parrondo también acuden al caño con una pequeña botella. Recorrieron a pie los dieciséis kilómetros que separan Luarca, donde viven, del santuario naviego. "Es una mezcla de devoción y tradición. Lo hacían nuestros padres, y nosotras lo continuamos", explican.

Beber agua de la fuente constituye, junto a la compra de rosquillas y de avellanas, la tríada de rituales que debe seguir un buen romero en Villaoril. De poner a la venta el fruto seco se encarga, desde hace 27 años, Loli Rodríguez, de Trevías. "Somos de los primeros que empezamos a vender avellanas en esta fiesta. Es un día especial, cargado de devoción y de promesas a la santina", explica Rodríguez, que reconoce que en esta ocasión ha disminuido el número de participantes en la fiesta: "Al ser lunes, laborable, afecta mucho", señala.

A pesar de ello, Villaoril disfrutó de la soleada jornada, con la gran procesión hasta la fuente, misas desde las siete de la mañana y hasta la tarde y una romería campestre. "Las Gallegas", como también se conoce a la celebración, no defraudó a sus fieles.