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Las repercusiones locales de una figura de protección internacional

La Reserva invisible del Eo

Vecinos y políticos coinciden en que el reconocimiento otorgado por la Unesco a Oscos-Eo y Terras de Burón sigue sin notarse en el territorio al cabo de ocho años

Una pareja de turistas haciendo fotos desde el mirador figueirense de La Atalaya, con Castropol y la ría del Eo al fondo. T. C.

En septiembre de 2007 la Unesco convirtió a 14 municipios de Asturias y Galicia en la Reserva de la Biosfera Río Eo, Oscos y Terras de Burón. Este reconocimiento interautonómico fue recibido en la zona como una oportunidad de desarrollo y como un respaldo al trabajo bien hecho. Sin embargo, ocho años después, la Reserva del Eo sigue siendo una promesa que no ha logrado calar en el territorio ni en sus gentes. "Queda todo por hacer", es la opinión más repetida en la zona sobre esta marca de calidad.

Si en algo coinciden todos los encuestados es en la falta de información que todavía tiene la gente de a pie sobre lo que es una Reserva de la Biosfera y qué supone. El alcalde de Santa Eulalia de Oscos, Marcos Niño, considera que hay que esforzarse en explicarlo mejor: "Tenemos que trabajar en que la gente se entere bien de qué figura tenemos, no es algo restrictivo sino una marca de calidad. Es un logro de la gente que vive en el territorio, al trabajo realizado por generaciones de personas, y es una distinción muy importante que nosotros mismos debemos creernos".

En términos similares se expresa el presidente de la asociación cultural San Tirso del Eo, Ángel Prieto: "La gente todavía cree que la Reserva es un limitador de normativa". Prieto tuvo claro desde el principio que la declaración era positiva; sin embargo, haciendo balance asegura que ha faltado más implicación de las administraciones, especialmente de las comunidades autónomas, y tampoco se ha notado que los fondos invertidos repercutiesen en desarrollo económico y en creación de empresas sostenibles.

En lo que todo el mundo está de acuerdo es en que para que la Reserva cale en el territorio hace falta una inversión que no termina de llegar. Para la presidenta de la Asociación de Comerciantes Veigueños (Ascove), Isabel Menéndez, los fondos son fundamentales: "Creo que es un reconocimiento interesante, pero necesita una apuesta muy grande para que sea real. La Reserva no tiene sentido sin contar con unos presupuestos, lo que hicieron fue poner un nombre".

Las únicas inversiones sobre el territorio han llegado de la mano de la asociación de municipios InterEo, que entre los años 2010 y 2011 gestionó cuatro millones de euros en proyectos como la extensión de la banda ancha y la corrección de impactos urbanísticos en construcciones de la comarca. El presidente del colectivo y alcalde de Castropol, José Ángel Pérez, quiere despejar cualquier duda al respecto y deja claro que InterEo no es la Reserva, pese a que en todo momento el colectivo de municipios ha tendido la mano a las administraciones.

Pérez explica que burocráticamente la Reserva está lista y ahora solo le queda pasar a la práctica con políticas concretas e inversiones: "Lo que falta es concreción y compromiso político de las comunidades autónomas para afrontar un hecho que está ahí". El regidor saca pecho en relación al trabajo realizado por InterEo, que supo gestionar de manera "ejemplar", dice, dos millones de euros anuales, una cifra que "no es nada a nivel de Madrid y de las administraciones asturiana y gallega, pero que es una cantidad que, bien gestionada, tiene una influencia clara sobre el territorio". InterEo tiene proyectos de futuro, pero sigue pendiente de fondos para sacarlos adelante.

En el pequeño núcleo taramundés de Pardiñas trabaja una de las voces autorizadas del territorio. El navalleiro Juan Carlos Quintana compatibiliza la fabricación artesana de navajas y cuchillos con la explotación del Museo de la Cuchillería, que muestra al turista la historia de un oficio legendario. Asegura que en estos ocho años, salvo acciones concretas, no ha notado nada y que la Reserva no se ha dejado sentir ni para bien ni para mal.

"No hemos aprovechado la marca, salvo para la discusión entre administraciones", precisa Juan Carlos Quintana, para quien el progreso de la zona debe de venir de la mano del desarrollo sostenible. "Si nos dieron la figura de Reserva de la Biosfera es porque la comarca mantiene unas características naturales interesantes y porque las actividades desarrolladas no han sido demasiado agresivas. Ése es el camino: potenciar la actividad económica pero siempre con marca de sostenibilidad. No todo puede valer. El desarrollo o es sostenible o no lo es; hay que comprometerse de verdad con el territorio", añade.

Ese compromiso territorial que exige Quintana no lo aprecia desde San Martín de Oscos la ganadera y emprendedora turística Sofía Caraduje, crítica con aspectos concretos como la implantación de la energía eólica. A su juicio, las torres han ocupado el espacio natural del lobo, por lo que el animal ha descendido, afectando a uno de los oficios tradicionales de la zona: la ganadería. "Los visitantes preguntan por qué hay eólicos, creo que debíó haberse protegido más el territorio". Considera que el turista actual tiene una gran sensibilidad medioambiental y eso, añade, "hay que aprovecharlo".

Otro reto es la difusión. Queda pendiente trabajar en aspectos como la señalización viaria -los carteles de la Reserva son prácticamente anecdóticos en la comarca- y el uso del logo en todo lo que se produce en los 14 municipios implicados. El regidor santallés lo tiene claro: "Hay que hacerla constar en toda la imagen corporativa, en todas las acciones que llevemos a cabo". Con él coincide el alcalde Taramundi, César Villabrille, quien considera que la marca debería estar presente en todos los etiquetados y en la imagen turística comarcal.

El uso de la marca es necesario, pero primero hace falta una estructura, como señala la apicultora castropolense Andrea González. "Si yo quiero poner el logo de la Reserva en un producto, ¿con quién me tengo que poner en contacto?", se pregunta para explicar que la entidad carece de presencia clara en el territorio. "Es una Reserva invisible", señala la apicultora. La etiqueta de su miel indica que el producto sale de una reserva de la Biosfera, pero se trata de una decisión que los productores toman a nivel personal y sin que exista un logo oficial a su disposición.

"Se han hecho cosas, pero han sido acciones aisladas, faltan continuidad y una figura en el territorio para que la ciudadanía se entere", incide González, convencida de los beneficios que podría acarrear el uso generalizado de la marca en el territorio. "Es una marca interesante que da valor añadido, y que el consumidor identifica bien y de la cual tiene buen concepto".

La castropolense también advierte poca unión real del territorio, especialmente entre la zona gallega y la asturiana. Íker Nogales, que dirige en Santa Eulalia de Oscos una empresa que oferta cursos de oficios antiguos, coincide con la apicultora de Castropol. "Cada uno está a lo suyo, es como que se ha olvidado la Reserva. Hace falta trabajarlo más y sacarle todo el partido".

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