El día del secuestro del político Antonio María de Oriol por parte de los GRAPO en diciembre de 1976 es recordado por el cuñado y jefe de la secretaría personal de Adolfo Suárez, Aurelio Delgado, como uno de los momentos más tensos de los vividos por quien fue el primer presidente de la democracia española. Delgado, que ayer participó en un coloquio en Castropol sobre la figura de Suárez, señaló el vértigo con el que se vivían aquellos primeros años de la Transición española: "Todo eran momentos de tensión, vividos minuto a minuto, pues no se sabía lo que podía desbordar aquello. Suárez se ajustó a las necesidades del momento, era día a día".

Delgado estuvo acompañado por el exministro de Presidencia y Educación, José Manuel Otero Novas, y el periodista y abogado, Emilio Contreras. El debate en torno a la figura de Suárez, que estuvo moderado por el Subdirector de LA NUEVA ESPAÑA Alberto Menéndez, forma parte de la programación del VII Foro Comunicación y Escuela que organiza el instituto veigueño Elisa y Luis Villamil.

Los tres ponentes destacaron la habilidad y osadía del expresidente para liderar uno de los momentos más delicados de la historia de España. "La persona que se jugó el pelotón de fusilamiento fue Suárez. Probablemente al Rey se le echaría de España, pero a Suárez lo hubieran fusilado", incidió Otero Novas, quien profundizó también en la progresiva apertura del expresidente a la legalización del Partido Comunista Español (PCE), otro de los momentos clave de su mandato. Sin embargo, a ojos de Otero Novas la hazaña más importante de Suárez fue la aprobación de la Ley para la reforma política, pues fue la herramienta fundamental "para hacer eso tan genial de pasar de una dictadura a una democracia de manera pacífica; fue una operación de orfebrería".

En la elaboración de dicha ley jugó un papel clave el asturiano Torcuato Fernández-Miranda, quien, a juicio de Contreras, fue "el guionista de la Transición porque vio un camino donde nadie lo había visto", consciente de que las estructuras del régimen franquista eran más débiles de lo que se creía. Su error, incidió Delgado, fue creer que podía manejar a Suárez como un guiñol: "Se le olvidó que Suárez, además de ambicioso, era osado y no se le podía manejar".

También se analizaron las traiciones que sufrió el expresidente y que poco a poco lo fueron mellando. No quiso ponerle freno porque, según resumió Contreras, él "tenía un proyecto institucional, no de partido", y estaba volcado en "dotar a España de un orden nuevo". Una misión encomendada a un líder, una figura que ya no existen según Delgado: "Estamos huérfanos de líderes; todo se puede resolver cuando se ejercen los liderazgos".