Un mandil cuelga de una puerta en la clase de infantil del colegio de Soto de Luiña, en Cudillero. No es un mandil cualquiera. Está hecho a mano y muestra de forma original, con trapos de distintos colores, los órganos fundamentales y su ubicación en el cuerpo humano. Los alumnos de Infantil, de entre tres y cinco años, están en clase de anatomía y ese mandil, hecho por una madre, es de gran ayuda. Ayuda a los profesores a conseguir la atención de los alumnos y a los escolares, a aprender. "Nos vemos obligados a adaptarnos a los tiempos; los niños tienen muchos estímulos y necesitamos algo diferente para que nos hagan caso", dice risueña una de las profesoras, Silvia Feito.

Durante todo el trimestre, las aulas de Infantil se servirán de artilugios como este para presentar el cuerpo humano y también para trabajar otras materias como las Matemáticas o la lógica. A los niños les llama la atención el mandil y esos dibujos raros que cuelgan de las paredes y que han hecho los profesores con intención de enseñar los órganos del ser vivo y su funcionamiento. Con ellos, los maestros Silvia Feito y Joaquín Argüelles han decidido rehuir de los métodos tradicionales para enseñar. Es la primera vez que el colegio rural de Soto de Luiña, en su ciclo de Infantil, cambia de métodos. "Queremos motivarles con otras cosas", explican.

Y es que todo es poco para captar la atención del alumnado, sobre todo, de los más pequeños. Si no, que se lo digan a la profesora holandesa Debby Herkens, que al igual que en Soto de Luiña ella optó por una vía muy curiosa para enseñar anatomía: para mostrarles a escala real la complejidad de los músculos, huesos y órganos del cuerpo se enfundó en un mono ajustado con unos músculos impresos a tamaño real.

En las aulas del colegio de Cudillero no faltan los múltiples materiales que han aportado las familias para ayudar a impartir la lección. A través de una carta la dirección les pidió que buscaran objetos en casa que pudiera recordar a la anatomía del humano. Objetos que resultasen "motivadores" para sus hijos. Así llegó a clase el mandil, además de vídeos, muchos libros de diferentes años y juegos de otras épocas. Uno de los alumnos ya quiere ser médico y otro pregunta cómo se curan los huesos. Un tercero cuestiona sobre los glóbulos rojos. "Relacionan lo que hacemos en clase con la vida. Un niño contó que su padre se había roto la tibia y el peroné, con estas palabras", dice Silvia Feito.

El objetivo de la primera fase está casi conseguido. Dan fe de ello una de las pizarras. Allí se apuntan las cuestiones que plantearon inicialmente los alumnos (lo que sabían del tema antes de estudiarlo) y las preguntas que hicieron días después de trabajar con lo que aportaron los padres, además de la tutoría de los profesores (lo que quieren saber).

En el aula trabajan por rincones. El de Matemáticas tiene especial interés porque allí se pesa y mide a los niños. "Y de paso, trabajan con los números", detalla. Con todo ello, los alumnos han ganado soltura en esto de la anatomía. Uno de ellos preguntó hace dos días sobre la muerte, mientras que las pequeñas Alba Madera y Deva Alonso no tuvieron prisa por salir al patio: optaron por hacer un puzzle del esqueleto humano con huesos de "muuuuuchos colores".

"También se intenta trabajar la creatividad", detalla Joaquín Argüelles. En el aula de los niños de 4 y 5 años se colgaron el miércoles las láminas de películas de terror. El fondo es negro y los huesos humanos (bastoncillos) están pegados con cola simulando, en algunas ocasiones, los huesos bien colocados de un humano.

"La enseñanza no es la que va de cabeza a cabeza, sino la que va de corazón a corazón", dice Silvia Feito parafraseando al psiquiatra Karl Augustus Menninge y convencida de su nuevo método. El próximo trimestre pedirán de nuevo ayuda a las familias para trabajar en un nuevo proyecto sin costes añadidos ni libros de texto. Una nueva fórmula para enseñar "que también hace que los profesores nos sintamos más implicados".