Cuando la noche, fría y transparente, le ganó la partida al día, la gran fiesta comenzó entre hórreos y paneras. Música, algarabía y gente, mucha gente, llenaron las calles del barrio de Navelgas de Arriba durante las horas mágicas que cada año, y ya van veinte, propicia la unión vecinal y el esfuerzo por no olvidar las raíces. Navelgas retrocedió el sábado varias décadas en la memoria hasta encontrarse con el recuerdo del olor a castañas, el sabor del maíz y el gusto del mosto de manzana, en su celebración del Festival del Esfoyón y el Amagüesto, de interés turístico regional, que se convirtió en multitudinario.

Allí donde se colocase la vista surgía un trozo de historia, no tan lejana, del campo asturiano. En una esquina estaba el chigre, hasta arriba de parroquianos; en otro rincón la escuela, con piezas originales de la época, amén de oficios tradicionales como el telar, el ferreiro, la mantequera, la filadora o el cesteiro, entre otros muchos.

"Estos sabores ya no los hay", expresa, con emoción, una de las visitantes al degustar un torrezno. "Es toucín de las gochas parideras, que además de estar rico no tiene colesterol, porque están alimentadas a base de castañas y berzas", le explica Raúl Menéndez, uno del medio centenar de vecinos de la localidad que se vuelca con la representación popular, impulsada por la asociación de vecinos "San Juan" y el colectivo cultural "Arbedeiro". El pan que lo acompañaba también era cien por cien Navelgas, ya que fue sembrado y molido al estilo tradicional. Todo un manjar.

La colección de sabores con historia seguía con los frixuelos, las rosquillas, la manteca, el chorizo frito o los bollos preñaos y empanadas que los visitantes pudieron paladear. En el forno de leña, con roble, cuece el pan Manuel da Rocha, que relata cómo el esfoyón "se repetía durante el otoño, en las diversas casas, hasta las tres o cuatro de la mañana". El trabajo de deshojar las panoyas se acompañaba de "baile y anís, y se contaban historias".

"Antes se sembraba mucho maíz, para consumo del ganado y de la gente. Y era más divertido hacer este trabajo, el esfoyón, si nos juntábamos en una casa y en otra, siempre había alguien que era un poco chistoso y animaba", rememora José Manuel Álvarez, que se vio gratamente sorprendido por la cantidad de niños que se prestaron a colaborar en el tajo. "Aparte de que les presta esto, en el día de mañana son mozos y pueden seguir la tradición", señala.

En esta ocasión, el galardón de la "Panoya de Oro", que concede la organización, recayó en la figura de Ángel Menéndez, "Forcón", por su labor en la recuperación de las costumbres y la maquinaria de antaño. Menéndez, que ha recuperado más de 850 piezas históricas, agradeció el reconocimiento, así como el trabajo que se realiza en Navelgas para mantener con vida este recuerdo. "Nosotros disfrutamos recuperando la maquinaria, pero disfrutamos incluso más mostrándola en citas como ésta", señaló el tinetense.

La organización, en el vigésimo aniversario de la fiesta, quiso reconocer la labor de Manuel Linares, creador e impulsor de la idea de la noche mágica. Tras recibir el obsequio, Linares defendió que se trata "de una fiesta en la que el protagonismo es de los ciudadanos", y en la que está presente el modo de vida que "nos permitió ser autosuficientes en medio de esta desbordante naturaleza que nos rodea".