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Corollo, una escuela para el recuerdo

"Éramos como una familia, ahora esas relaciones entre profesores y alumnos no existen", dice la maestra Felisa San Román

Felisa San Román, con el álbum de fotografías de sus exalumnos. A. M. SERRANO

Felisa San Román tomó con 20 años la que sería la decisión más importante de su vida: ¿Pajares o Cudillero? Un mujer del interior de España, de Astorga, como ella, bien hubiera podido vivir sin ver el mar. Pero entonces empezaba su carrera como maestra de escuela y un compañero le dio una pista: "Donde esté un puerto de mar...". Hizo la maleta y viajó hasta el concejo cudillerense, con pena pero también con toda la ilusión del mundo. Después de años de estudio en León, su destino era una pequeña escuela rural, la de Corollos. Allí dice que pasó los días "más felices" de su vida porque allí conoció a su hoy difunto marido, allí tuvo a sus dos hijas y allí descubrió el cariño de las familias y los alumnos de la zona rural asturiana. "Fue maravilloso", refiere emocionada.

En sus años de carrera cosechó muchas amistadas, y prueba de ello fue el reconocimiento que decidieron hacerle parte de sus exalumnos. Una treintena de ellos se reunieron el pasado fin de semana para recordar viejos tiempos y para rendir un homenaje a una mujer que "se desvivió para que hiciéramos algo de provecho". Felisa San Román todavía recuerda el día en el que uno de sus exalumnos cruzó la calle para saludarla y comentar a su esposo: "Todo lo que soy se lo dejo a su mujer".

Esta maestra de las de antes cuenta ahora con 83 años. Vive en la capital de Cudillero y tiene muy presentes los recuerdos de sus queridas aulas. La escuela de Corollos, hoy rehabilitada pero casi sin uso, cambió su vida para siempre. "Éramos como una familia, ahora esas relaciones entre alumnos y profesores no existen. Es todo más frío, menos amable. No cambio por nada los tiempos que viví", explica.

El amor por esta escuela "y mis alumnos" la llevó a cometer una aventura que todavía le provoca sonrojo. Cuando la escuela ya estaba en desuso se coló por una ventana "¡sin permiso!". Quería recuperar recuerdos, de esos que sólo están en papel. No logró hacerse con la mención que entonces le otorgó el Ministerio de Educación por su trabajo, pero sí con las fichas de sus alumnos. "Estaban tiradas de cualquier manera. Me dio tanta rabia que las recogí y me las llevé a casa", explica. Las clasificó con la ayuda de su marido, Indalecio López. Aún las guarda. Todas forman parte de un álbum de fotos que recorre su trayectoria como maestra. Tras pasar diez años en Corollos, el destino llevó a Felisa San Román al colegio Asturamérica de Cudillero (aún activo). Siguió sumando experiencia, buenas amistades y recuerdos.

"Antes se tenía respeto por el profesor, pero también se compartía todo con él", dice. Felisa San Román no faltaba a los esfoyones, acudía en ayuda de sus vecinos a las tareas de campo y acogía a los niños de los pueblos más alejados del colegio cuando nevaba. "Recuerdo que hacía comida para todos y después retomábamos las clases", comenta.

Esta mujer está convencida de que Cudillero es un concejo especial para muchos profesores que tienen su edad y que llegaron de otros municipios asturianos o de fuera de la comunidad. De hecho, recuerda con alegría el homenaje que le realizaron a su compañera de profesión Maruja Noriega, una exprofesora del colegio Selgas que hoy tiene su propia calle en El Pito. "Hay algo especial, aquí la gente se quiere más de lo que parece", sostiene.

Hoy, esta mujer octogenaria comparte sus recuerdos de aulas con su hija Victoria López, también muy agradecida a sus antiguos compañeros de escuela, que anima a su madre, apenada por su reciente viudedad, a mantener la sonrisa. El pasado fin de semana, los exalumnos de Corollos hicieron todo lo posible para que Felisa San Román rememorase todo lo que disfrutó durante su vida. "Así da gusto", manifiesta.

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