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IGNACIO ARELLANO | Director del Grupo de Investigación Siglo de Oro (GRISO)

"La historia y la cultura de España se estudian mal, a base de tópicos y rutinas"

"En la actualidad existe una excesiva preocupación por la burocracia, y a la hora de aprender se pierde tiempo"

Ignacio Arellano, ayer, cerca de la colegiata de Salas. A. M. SERRANO

Ignacio Arellano es fundador y director del Grupo de Investigación Siglo de Oro de la Universidad de Navarra. Ayer visitó Salas atraído por el Congreso internacional sobre teatro y Siglo de Oro que organiza la Fundación Valdés-Salas. Arellano cree que se deben frenar los cambios de planes en materia educativa y que la universidad no debe dejar nunca de ser un centro de reflexión.

-¿Qué podemos aprender de los dramaturgos del Siglo de Oro y de sus obras?

-El teatro siempre fue un espectáculo. Con él se quería enseñar y entretener. En el Siglo de Oro se quiere, además, emocionar. Los autores enseñaban cómo funcionan las pasiones humanas y su teatro produce un impacto emocional en los individuos que desean tener una vida completa.

-¿Qué no debería dejar de leer un universitario?

-"El Quijote". El estilo es difícil para un lector moderno, pero el que algo quiere algo le cuesta. No se trata de leer párrafos en un autobús. Hay que hacer un esfuerzo que, por otro lado, será provechoso.

-¿Qué opina del sistema educativo español?

-Cada vez es más difícil que el estudiante tenga cierta disciplina. Yo noto una caída en la redacción. Cuando estudias el Siglo de Oro, que es de una precisión absoluta, la falta de precisión es un problema. En esta época los autores distinguen entre el umbral y el dintel de una puerta, cosa que no hacen los escritores actuales.

-¿Qué diría que falla de nuestro sistema educativo?

-No falla todo, pero sí hay desproporción entre los medios que tenemos, que no son pocos, y el resultado. Hay una excesiva preocupación por la burocracia, y a la hora de aprender se pierde tiempo. Aprender no es tan complicado si alguien que sabe algo se lo cuenta a otra persona que está interesada.

-La sociedad debate sobre el desprecio que se hace a las Humanidades. ¿Qué opina?

-En la actualidad hay una exigencia de efectos prácticos. Está bien tenerla si no se exagera. Pero la universidad es un centro de reflexión y no todo debe hacerse para que tenga una dimensión práctica inmediata. Si renunciamos a cultivar el pensamiento y la curiosidad intelectual nos estamos cortando las manos. Sin humanidades, sin la literatura o el arte, ¿qué pasaría con una sociedad que tiene gran tiempo de ocio? Para no volverse loca necesita dedicarse a algo. Decía Unamuno que gracias al autobús podía ir a la ópera, ¿Y la ópera?... Pues la ópera te hace sentir humano. Ortega decía que lo más importante es lo superfluo. Una persona no debe "servir para", debe ser. ¿Para qué sirven tantas cosas? Pues simplemente para que la persona sea.

-¿Una sociedad con más conocimientos en humanidades será una sociedad más justa?

-Ser una sociedad culta no es condición suficiente para ser justa, pero sí lo necesita.

-¿Qué le parece el nuevo libro blanco sobre el docente?

-El profesor de siempre tiene una responsabilidad y una función clara. Los políticos tienen que hacer libros blancos, verdes y azules porque es su función. Desde que empecé a estudiar se cambiaron muchos planes de estudio. Asistimos a un mareo grande. Yo dejaría que todo funcionara como está durante unas décadas.

-En su ponencia dijo que, contra lo que se insiste en algunos centros educativos, en el antiguo régimen el rey no tenía un poder absoluto. ¿Se enseña bien la historia?

-La historia y la cultura de España se han estudiado mal, a base de tópicos y rutinas. El rey era absoluto, se dice. Aunque lo fuera en el sentido moderno, que no lo era, no podía controlar a las personas como se controlan ahora. Hoy se sabe dónde estamos por la señal GPS del teléfono móvil. El Rey era absoluto porque no dependía de la votación de un pueblo, tenía derechos divinos. Pero eso no quiere decir que pudiera hacer lo que quisiera. Si su poder emanaba del derecho divino, estaba sometido a la ley de Dios. No es poderoso el que hace lo que quiere, sino el que hace lo que debe.

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