La noticia del fallecimiento del alcalde de Villayón, Ramón Rodríguez, cayó ayer como un mazazo entre sus vecinos y entre sus compañeros de gobierno y de partido. La repentina enfermedad que le sobrevino el pasado viernes y que lo mantuvo ingresado en el Hospital Universitario Central de Asturias (HUCA) durante una semana, pudo finalmente con la vida de Rodríguez, que a sus 76 años era el regidor más veterano de la región, con 36 años de gobierno a sus espaldas, y uno de los más longevos de todo el país.

El negocio familiar, un bar tienda de los de toda la vida a la orilla de la carretera en Arbón, permanecía ayer cerrado a cal y canto. Es el mismo local donde el propio regidor despachaba a sus vecinos, la misma barra del bar tras la que atendía las peticiones de los habitantes del concejo, "a cualquier hora y cualquier día", como apunta Estefanía González, teniente de alcalde. Así lo recuerdan también muchos vecinos: recorriendo los caminos del concejo en su todoterreno verde. "Además de buena persona, era buen alcalde", señalaba uno de ellos, que lamentó "la pérdida irreparable" que ha sufrido Villayón.

La dilatada carrera política de Ramón Rodríguez se inició el 19 de abril de 1979, cuando tomó posesión como concejal de UCD, en una democracia aún en pañales. La dimisión del por aquel entonces regidor José Pérez hizo llegar a Rodríguez a la Alcaldía el 29 de octubre de 1980. Los siguientes mandatos, hasta la actualidad, los desempeñó en las filas de una agrupación independiente, de Alianza Popular y, finalmente, del Partido Popular. Una labor, la de primer edil, que no abandonó hasta el pasado sábado. Ni siquiera abandonó cuando, en enero de 2014, perdió a su hijo a causa de un infarto. Los que le conocen señalan que la pérdida le provocó "un profundo cambio" y un daño irreparable.

Ramón Rodríguez siempre se sintió orgulloso de mantener una economía municipal saneada, "sin un céntimo de deuda", decía. "No gastamos lo que no tenemos", repetía como mantra. Esa gestión lo llevó, en más de tres décadas de gobierno, a electrificar todas las aldeas y dotarlas de carreteras decentes, en un territorio que destaca por la dureza de su relieve. Entre sus últimos logros están la construcción de un polideportivo y de una piscina, y la consecución de un nuevo centro de salud, ahora en obras, y que no podrá ver terminado. Entre sus planes de futuro figuraba una residencia de mayores.

Su valía como gestor lo llevó a ganar hasta nueve elecciones consecutivas, muchas por mayoría absoluta. Antes de los últimos comicios del pasado año reconocía que su intención era dejar la Alcaldía, pero que el empeño de los vecinos en que continuase su labor lo llevó a presentarse a la Alcaldía. Obtuvo siete concejales, frente a los dos de la oposición. "Es la última vez que me presento", manifestó.

Las reacciones no se hicieron esperar. Isidro Fernández Rozada, un histórico político popular, recuerda los más de cuarenta años de relación con Rodríguez: "Era una persona muy afable, con afán constructivo, coherencia y campechanismo, y, sobre todo, con una dote humana que impulsaba ese esfuerzo por su pueblo. Era honesto y serio, de los que cualquiera quisiera tener como amigo". En la misma línea se manifestó el diputado regional del PP Matías Rodríguez Feito, señalando que era "una persona muy querida y respetada en el partido, una bellísima persona, que anteponía el cariño a cualquier otra cuestión, que tenía en mente a sus vecinos". Por su parte, Salvador Méndez, alcalde de Coaña, compañero y amigo de Ramón, lo definió como un "compañero excelente, con una discreción tremenda y una gran humildad", alguien con quien superó "momentos difíciles" y vivió "jornadas de celebración".