Elena Fernández fue parte de la procesión del Cristo del Perdón por primera vez en su vida. A sus trece años, se muestra "encantada" de acompañar la salida de las tallas en una noche cargada de devoción en Luarca, y recuerda como antes "lloraba" porque no podía hacerlo. La decisión que la organización, a cargo de la Real Hermandad del Nazareno, tomó el pasado año de permitir la participación de las niñas en estas procesiones abrió una puerta que muchas jóvenes han traspasado, convirtiendo en natural algo insólito hasta hace bien poco. La participación de ellas ha aumentado, apuntan desde la hermandad.

La fina lluvia que cayó al mediodía alimentó los temores de que la procesión del Cristo del Perdón de Luarca no pudiese recorrer la villa, como ya sucedió en 2011, 2012 y 2013. "Una pequeña llovizna la admitimos", apuntaba con cautela Evaristo Guardado, hermano mayor de la Real Hermandad del Nazareno de Luarca. Con el avance de la tarde, y a pesar del gris plomizo que cubrió el cielo, los temores se difuminaron, y el Cristo procesionó entre cientos de devotos y rodeado de una fe luminosa. Fue muy seguida la segunda procesión de la Semana Santa luarquesa tras la del martes de la Novena, y después de que la lluvia, en esta ocasión sí, obligara a suspender la del domingo de Ramos.

La luarquesa Esther Menéndez asegura que "para toda la gente de aquí, la Semana Santa es muy especial". Para ella, mucho más: su nieta repite por segundo año consecutivo en las procesiones. "A ella le llamaba la atención, y cuando se lo permitieron, enseguida se quiso apuntar. Yo estoy encantada", apunta esta vecina, que destaca "la devoción" que despierta el Nazareno. "Cuando te pasa algo, hay que rezarle", asegura.

El paseo de ayer, con Cristo en la cruz sobre un apoyo decorado con flores blancas y de color, además de olivo, es un preludio perfecto a la gran procesión de hoy, cuando el Nazareno regrese a La Atalaya. Al Cristo del Perdón le acompañaron las imágenes de la Dolorosa, San Juan y la Verónica. Cientos de personas siguieron, desde las calles, el camino de las imágenes, muchas de ellas iluminando el sendero con velas en la mano. La luz también llegaba desde los escaparates, las ventanas y las fachadas, donde es tradición, por parte de algunas comunidades vecinales y particulares instalar cruces luminosas para esta noche.

Las tallas fueron puntuales, poniendo el primer pie en la calle a las nueve y media. Se extendieron una hora en el recorrido a lo largo de las calles principales de la villa. El paso, lento y pausado, lo marcaban los báculos de quienes portaban la imagen, y los acordes salían de los instrumentos de la banda "La Lira", fiel compañera de la Semana Santa valdesana. Detrás, procesionaron las autoridades y el resto de los fieles.