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Isidro Rodríguez: "Me desahucian y ni sabía que mi casa estaba embargada"

El vecino de Allande podría perder su vivienda por avalar a un familiar, una situación que ha llevado a su hijo, con el que vive, a intentar suicidarse

Isidro Rodríguez, con sus perros, delante de su casa. D. ÁLVAREZ

Una visita inesperada alteró la vida de Isidro Rodríguez y de su hijo, vecinos de Pola de Allande que viven en una casa apartada, en medio de la naturaleza. A finales del pasado mes de marzo llamó a su puerta un agente judicial que llevaba en sus manos una notificación de desahucio. Un anuncio imprevisto, que desde entonces les tiene en vilo, mientras esperan alcanzar una solución que evite que tengan que abandonar su casa, que, además de su hogar, es el lugar donde Rodríguez desarrolla su trabajo como adiestrador de animales para terapia.

"Fue mi hijo quien les atendió y comenzó a llamarme como un loco cuando le dijeron a qué venían; cuando llegué, me negué a cogerles la notificación porque me desahucian y hasta ese momento no sabía nada de que mi casa había sido embargada", explica Rodríguez.

El desahucio lo ejecuta el Banco Popular, entidad en la que Rodríguez avaló a uno de sus primos hace unos años. "Lo peor de todo es que nadie me avisó de nada, porque antes de llegar a esta situación hubiera intentado negociar una solución con el banco", explica Rodríguez. Precisamente, eso es lo que está probando a hacer desde que le fue notificado el desahucio, contra el cual ha presentado alegaciones. "Mi intención es proponerles una hipoteca para pagar la deuda, aunque suponga pagar la casa dos veces gracias a mi primo, pero al menos no quedarme sin ella", asegura.

Por su parte, el banco Popular, preguntado por este periódico sobre el caso, ha manifestado que en estos momentos se encuentra estudiando el expediente y que "a día de hoy no hay una decisión firme al respecto".

Con todo, la casa pasó a un segundo plano hace tres fines de semana, cuando el hijo de Isidro Rodríguez no pudo soportar la presión del anuncio de desahucio e intentó quitarse la vida. "Lo que más me preocupa es mi hijo, cómo le puede afectar si finalmente nos echan de la casa después del episodio que vivimos", lamenta Isidro Rodríguez.

El intento de suicidio tuvo lugar el domingo de la misma semana en la que se produjo la notificación. Tras una noche de fiesta, el hijo de Isidro Rodríguez llegó lleno de ira hacia su progenitor, culpándole de la pérdida de la casa, cogió un cristal y se hirió. Por suerte, su padre pudo reducirlo y llamar a los servicios de emergencias, que lo trasladaron al Hospital Universitario Central de Asturias (HUCA), donde permaneció ingresado un día. "Lo de mi hijo me destrozó, iba directamente a hacerse una herida mortal, están siendo unos días muy duros para los dos", relata.

Que se ejecutase el desahucio supondría para Rodríguez perder todos sus ahorros, que fue lo que invirtió en la casa cuando la puso en pie hace casi diez años, y olvidarse de los proyectos de futuro que tenía en mente. Isidro Rodríguez está jubilado por la discapacidad del 55 por ciento que le declararon tras sufrir un accidente en el que se rompió la muñeca de la mano derecha, quedándose con poca movilidad y sin posibilidades de coger peso. Esa circunstancia hizo que tuviese que abandonar su profesión de apicultor y volver a empezar de cero. "Fue muy difícil superar el tener que jubilarme, dejar mi profesión, ver que no puedes hacer nada... y ahora que estaba recuperándome, me llega esto".

Rodríguez había vuelto a empezar tras el accidente, dedicándose al adiestramiento de animales para terapia con niños con trastornos del espectro autista, personas con síndrome de Down, ancianos y familias que han sufrido violencia sexista. Forma parte de la asociación protectora "Ashawanhda" y en su casa tiene seis perros que forman parte de terapias o que están en proceso de aprendizaje. El emplazamiento de la casa es idóneo para desarrollar el trabajo porque nada despista a los animales en sus entrenamientos. Además, Rodríguez ha abierto su finca a la recogida de todo tipo de animales, como un albergue, en el que también tiene un caballo y un burro. "Mi idea es involucrar a la gente en el proyecto para concienciar de que no es necesario comprar mascotas, sino que se pueden adoptar", explica, mientras se muestra preocupado por el futuro de sus animales si el desahucio se consuma.

Otro proyecto que ha tenido que aparcar ante esta situación ha sido el de recuperar el urogallo en una de sus fincas, en la que se han encontrado cantaderos. "Lo tengo todo parado porque no me encuentro bien, no estoy a lo que estoy y no me concentro ni siquiera para hacer terapia con los perros como siempre", asegura.

Rodríguez echa la vista atrás y lamenta haberse fiado de su familiar, del que nunca supo que tuviera problemas para hacer frente a sus pagos, por lo que no podía sospechar que su situación le llevaría a él al atolladero en el que se encuentra. "Me embargan la casa por un dinero que yo no debo, porque mi casa la pagué con mis ahorros y cuando se acabaron vendí mis guacamayos para cubrir los gastos sin pedir nada a los bancos", repite una y otra vez Rodríguez, intentando comprender cómo ha llegado a estar a un paso de perder su propiedad. Su única esperanza es que el banco reconsidere el desahucio y atienda sus alegaciones para llegar a un acuerdo que permita saldar la deuda sin perder la casa.

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