El poeta y "nombrador" Fernando Beltrán aconsejó a los estudiantes del instituto veigueño Elisa y Luis Villamil que hagan en su vida lo que de verdad quieran hacer, aunque también les advirtió de que eso requiere más esfuerzo y trabajo que cuando uno se deja llevar por lo que otros deciden. "Se puede tardar todo el tiempo del mundo en elegir, pero la elección es clave", defendió el ovetense en un interesante coloquio en el que habló de los momentos clave de su vida, como cuando a los 17 decidió convertirse en poeta y a los 31 inventó el oficio de nombrador.

"Mi vida empezó en un balcón de Oviedo donde veía llover", contó Beltrán antes de exponer la importancia capital que la lluvia ha tenido en su vida. De ahí que un buen día decidiese bautizar a su ciudad natal como "Lloviedo" para resguardar así los recuerdos felices en un Oviedo que tuvo que abandonar a los 8 años. Al Principado regresó hace unos años y adquirió una segunda residencia en Novellana, donde escribe con fruición. Su pasión por la lluvia, contó también a los estudiantes, le llevó a poner en marcha un diccionario de la lluvia, que ayer engrosó con el vocablo "mouro" (negro en gallego-asturiano) referido a un cielo que amenaza agua.

Beltrán fue mal estudiante en Madrid y se rebeló contra los deseos de su padre, que quiso que estudiara Derecho. Supo recuperarse de aquella predicción del "nunca llegarás a nada" y encontró su camino y un oficio. Por ello subrayó en su discurso la importancia de tres verbos: elegir, aprender y encontrar.

Su profesión de nombrador (dirige el estudio "El nombre de las cosas") acaparó buena parte de las preguntas de los chavales, que quisieron saber cómo es la difícil tarea de poner nombres. Confesó que el nombre que más le gusta de los que ha creado es "Lloviedo", pero el que cambió su vida fue "Amena" porque tuvo un gran éxito y le permitió ampliar su cartera de clientes y consolidarse como nombrador. "Creo en la utilidad de los nombres", defendió ante su joven auditorio, al tiempo que explicó los difíciles comienzos cuando nadie prestaba atención al nombre.

Beltrán contó a los estudiantes un sinfín de anécdotas de su profesión y también habló del éxito de algunos de sus trabajos. Es el caso del parque madrileño Faunia, que se llamaba "Parque biológico de Madrid" cuando llamaron al poeta en un intento desesperado para evitar el cierre. "El cambio nada más poner Faunia fue increíble porque la gente identificaba rápido lo que había allí. Está demostrado que si tienes un buen nombre las cosas van mejor", añadió.

Beltrán remató el día en la biblioteca Menéndez Pelayo de Castropol, donde el Foro Comunicación y Escuela organizó un segundo acto con el escritor, en este caso abierto a toda la comunidad.

La agenda de este exitoso programa educativo continúa el próximo jueves cuando Santa Eulalia de Oscos acogerá una jornada literaria centrada en la novela "El señor del Senescal", de José Francisco Rodil.