Dice Rielo que sus obras parten de lo real para terminar reflejando una sensación de irrealidad; por eso hay paisajes claramente reconocibles, como la vista de la villa de Castropol desde la ría y el islote El Turullón de la playa de Salías, y también otras imágenes costeras que difícilmente se reconocen y que parecen paisajes soñados.