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Pesoz rescata A Paicega del olvido

Una exposición exhibe fotografías inéditas del asentamiento de obreros que se levantó para la construcción del embalse de Salime, inaugurado hace 61 años

Aspecto actual de los edificios del asentamiento, en ruinas. G. GARCÍA

De la época de esplendor de A Paicega tan sólo quedan unas ruinas cubiertas por la maleza, los vagos recuerdos de quienes vivieron en sus cercanías, y una serie de fotografías en blanco y negro que dan fe de la gran obra de ingeniería que supuso la construcción del embalse de Salime. El poblado, hoy convertido en un nostálgico y arruinado mirador sobre las aguas del Navia, puede ser contemplado en una serie de imágenes, muchas de ellas inéditas, recopiladas por los propios vecinos de Pesoz. Estos días se muestran al público coincidiendo con la conmemoración de los 61 años del pantano, que fue inaugurado tal día como hoy, 24 de agosto, en 1955.

La asociación "Amigos del Concellín", que trabaja por mantener la vida cultural en Pesoz, organiza esta muestra, que pretende dar a conocer las diferentes fases de la construcción de este pueblo de trabajadores de la presa, así como la vida cotidiana en el mismo. Muchos de los que habitaron en A Paicega, y se emplearon en el embalse se dejaron en este conjunto efímero una década de su vida. Ahora, los vecinos les quieren rendir un homenaje.

A Paicega fue, entre 1948 y 1955, el hogar de unas tres mil personas, dedicadas a recibir el clinker a través del teleférico que partía desde El Espín (Coaña) para levantar la mole de acero y hormigón. El asentamiento contaba con algunas casas, garajes, y barracones, donde se alojaban los empleados. También había escuelas, comercios, peluquerías y hasta lugares para el ocio, como un pequeño casino y un par de salas de cine. Según quienes lo visitaron, su fisonomía se asemejaba mucho a la de un poblado del Oeste americano, con una calle principal llena de bullicio.

Igualmente, se habilitaron espacios para el culto. El más claro ejemplo es la iglesia, el único edificio que hoy en día se mantiene en pie. Fue diseñada por Joaquín Vaquero Palacios y levantada en apenas cinco meses, de enero a mayo de 1948. Es una de las más singulares de toda la comarca por su arquitectura y su belleza. Hoy permanece tapiada.

El pueblo ligó, irremediablemente, su vida a la obra del embalse. Bulló de actividad durante la época en que se desarrollaron los trabajos, que supusieron una inversión de 800 millones de pesetas para levantar la que entonces fue la presa más alta del país. Se desvaneció tan rápido como había llegado, al poco tiempo de cortarse la cinta inaugural. Algunos de sus habitantes decidieron asentarse en la zona, aunque una gran mayoría regresó a sus lugares de origen.

Las imágenes recopiladas muestran ahora cómo se levantaron esos edificios, quiénes fueron sus artífices, y cómo se vivía en un pueblo surgido de la nada y habitado por trabajadores llegados desde diferentes puntos del país. Las instantáneas fueron solicitadas por "Amigos del Concellín" a los vecinos, mediante carteles y a través de las redes sociales. A su llamada acudieron algunos particulares, como Miguel Mera, Salvador Rodríguez y José Luis Echevarría, a quienes les agradecen su aportación. También empresas, principalmente Saltos del Navia CB, la firma fundada para la construcción del salto y propietaria de los terrenos donde se asienta A Paicega.

Ha sido fundamental la aportación de los familiares del ingeniero técnico industrial de la obra, Sandalio de Linera Martínez. Gracias a su colaboración, estos días se pueden ver en Pesoz fotografías inéditas y que son parte de la historia de la zona. Así, se puede descubrir cómo era la cantina o el comedor donde los trabajadores pasaban buena parte de su tiempo de ocio, y quiénes estaban presentes en el día en que se consagró la iglesia. La asociación considera que estas escenas cotidianas, que nunca antes habían visto la luz, son el mayor descubrimiento realizado dentro de esta iniciativa.

"A Paicega: 61 años de historia" puede verse hasta el próximo sábado 27 de agosto, en la sala polivalente del edificio de usos múltiples de Pesoz. La muestra incluye un total de 38 instantáneas, que reflejan el durante y el después de este peculiar enclave, y una explicación de su historia. La organización ha resuelto, además, incluir un libro de visitas, en el que, quienes tengan aún vivos en su memoria los recuerdos de este lugar, puedan contar sus anécdotas y reflejar, negro sobre blanco, algunas de sus vivencias.

Quienes visiten la exposición podrán, de paso, llegar hasta el propio poblado. Se encuentra a tres kilómetros y medio de la capital del concejo. Tras atravesar la localidad de Sanzo, una pista en buen estado conduce hasta el corazón de este lugar, hoy abandonado y cubierto de malas hierbas. A pesar de ello, es posible identificar algunas de las edificaciones, como los propios barracones, las instalaciones eléctricas y los restos del teleférico, además de la iglesia.

A pesar de los intentos de recuperar el poblado para diversos usos, como establecer campamentos infantiles o habilitar un museo con la historia de esta inmensa obra civil, A Paicega sigue asomándose sobre el Navia como lo ha hecho en las últimas seis décadas: solitario y en silencio, como el poblado fantasma que es.

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