La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Enseñar y aprender en Ruanda

La aventura de dar clase y ayudar a la comunidad educativa de Kigali, una experiencia digna de ser vivida por la gran acogida de los nativos

Enseñar y aprender en Ruanda

Viernes 15 de julio de 2016: intento de golpe de estado en Turquía. ¿En qué me afecta a mí tal intento de golpe de estado? Pues ni más ni menos que en que el martes 19 de julio debo hacer escala en Turquía en mi camino hacia Ruanda, donde voy a realizar mi tercer voluntariado africano, en una de las misiones que las Dominicas de la Anunciata tienen en África. Están presentes en Benín, Burundi (donde comparten misión con la diócesis de Oviedo), Costa de Marfil y Ruanda. Amén de otras en Europa, Sudamérica y Asia.

Siempre me he decantado por África, y tras dos ocasiones en Abom, un barrio de Yaoundé, la capital de Camerún, esta vez me voy a Kagugu, un barrio de Kigali, capital de Ruanda.

En mi viaje de ida, largo viaje por la escala que debo hacer en Estambul, no puedo evitar imaginar cómo será y hacer comparaciones con lo vivido en Camerún. Lo que menos me preocupa es la comunidad de religiosas que me van a acoger, prque sé que serán personas encantadoras que acogen a una persona y la hacen suya durante esos días, pero sí hago referencias cruzadas entre el posible estilo de vida que me voy a encontrar, el colegio, los alumnos, el profesorado con quienes voy a trabajar y el entorno donde se ubica el colegio. Los alrededores son importantes para conocer las familias, sus estilos de vida, sus riquezas y pobrezas y la relación que hay con el centro escolar y la comunidad de religiosas.

Me recogen en el aeropuerto, a las 2 de la madrugada, tres hermanas. Una de ellas española, Luisa, con 43 años de experiencia en África y una de las pioneras en las misiones africanas. Las otras, Vestine, que ya conocí en Abom, y la directora del colegio, Pelagie, con quien había mantenido contactos previos para informarme de todo.

Llego en vísperas de las vacaciones del 2º trimestre (20 de julio). Sí, segundo trimestre. El calendario escolar es paralelo al año. Cada tres meses tienen dos semanas de vacaciones. Terminan el curso en noviembre y tienen los dos meses de vacaciones en noviembre, diciembre y 15 días de enero. Pues al final del segundo trimestre llegué. Una reunión con todos los padres del alumnado en la sala polivalente, hablando en francés y en kinyarwanda (el idioma local, hablado por el 100% de la población). Posteriormente pasaron a las respectivas clases con sus tutores y recibieron el informe con las notas.

Mi labor de voluntariado consistía en trabajar con los alumnos las actividades deportivas y juegos, trabajar nuevas metodologías con el profesorado y terminar de ordenar la biblioteca escolar. Cuando nos embarcamos en el voluntariado, vamos a aquellos lugares donde nuestras capacidades son útiles y podemos desarrollar una labor. Pero debemos saber también que pueden surgir otras acciones que podamos hacer y que también sirven como colaboración. Y en ese momento me encontraba yo. No hay alumnos ni profesores, pero hay tareas que puedo hacer.

Comencé por pintar los encerados de las clases. Los encerados están construidos sobre la misma pared, con el mismo material y sobresaliendo un par de centímetros. Son encerados de casi 8 metros de ancho y 1,80 de alto. Y hay dos por clase. Los friego, los seco y posteriormente los pinto. Unos 24 encerados.

Limpio las pantallas y teclados de los ordenadores de la sala de informática. Desempolvo, limpio y coloco los postes de balón volea almacenados bajo unas escaleras. Coloco la maltrecha red e intento remendarla. Barro, limpio y friego las aulas. Ayudo a configurar los sistemas informáticos, colaboro en la organización de las aulas; preparo power points para reuniones y charlas que tienen las hermanas de la comunidad? participo activamente en la vida de la comunidad porque soy uno más de la misma, limpiando, fregando los platos, ordenando, cocinando, regando y conduciendo el vehículo de la comunidad.

Aprovecho estos días para conocer la ciudad y sobre todo a visitar los memoriales levantados en memoria del genocidio de 1994. Otra experiencia dentro de la experiencia del voluntariado que me ayuda a conocer el entorno en el que vivo, a las personas y a la idea de futuro que tras aquella fecha se planteó el gobierno de la nación de cara a hacer un país próspero, competitivo, moderno, con unas infraestructuras envidiables y donde nunca más volviese a pasar lo que pasó.

Pasadas aquellas dos semanas de trabajo variado y altamente gratificante por el hecho de colaborar y participar, comenzaron las clases de educación física y los juegos deportivos. 44 a 46 alumnos por aula, ávidos de hacer y de probarme y entusiasmados porque en ningún colegio de la redonda (había unos cuantos) había un profesor blanco (muzungu = blanco).

Yo realicé lo que suelo hacer con mis alumnos de actividades, juegos y transformaciones de deportes para poder jugar, y sobre todo disfrutar, sin ganadores y perdedores. Y por supuesto les encantó, porque lo que solían hacer era la típica gimnasia, dada por el profesor tutor sin especialidad ninguna en el campo deportivo. Es más, alguno daba su clase en pantalones, zapatos y bata de clase.

Lo que más les impactó fueron los juegos. El "pañuelo", por ejemplo, les causó tal impresión que a la hora del recreo se organizaban para seguir jugando. Di clase de educación física a los alumnos desde 1º de Primaria hasta 6º de Primaria, igual definición de los cursos que en el sistema español. Agradecidos, amables, cordiales y muy cariñosos. Me saludaban, dándome la mano, al entrar a las 7 de la mañana y al salir de clase a las 13 horas.

El trabajo en nuevas metodologías y la aplicación de las nuevas tecnologías era un reto mayor que la práctica con el alumnado. Intentaba transmitir los conocimientos, las metodologías, las novedades empleadas en mi colegio a otro centro escolar con unos condicionantes ambientales, personales, materiales y lingüísticas muy diferentes. No pretendía convencer, sino mostrar y que utilizasen lo que pudiesen o lo que les valiese o lo que realmente fuese funcional y operativo para ellos y su aula. Cuál fue mi sorpresa cuando al hablar de competencias básicas, ellos sabían de qué hablaba; al hablar de trabajo en equipo/grupo, ellos lo conocían, y lo mismo con el trabajo cooperativo y diversas formas de llevarlo a cabo. Pero no lo hacían o no sabían cómo hacerlo, lo que me facilitó la tarea porque el marco teórico estaba asimilado y sólo faltaba la práctica y la aportación de soluciones para llevarlo a cabo.

Realicé diversos juegos para coger confianza, para que empleasen en clase, porque eran juegos de aprendizaje, y para que no me viesen distante, y comencé a exponer qué hacemos en mi colegio, cómo lo hacemos y sobre todo los beneficios que supone el hacerlo, tanto para el alumnado como para el profesor. Diversas formas de trabajo cooperativo, ejemplo práctico desarrollado por ellos de aprendizaje basado en proyectos, e incluso grabé, con la colaboración de una profesora, un vídeo de 5 minutos para explicarles la metodología de la "flipped classroom" o "clase al revés". Realicé tres sesiones de dos horas y media cada una de ellas, lo más animada posible, con música, vídeos y juegos. El idioma utilizado siempre fue el inglés.

Muy receptivos y participativos. Asimilando y preguntando dudas, opinando, valorando? en definitiva, participando activamente de las sesiones que tuve con ellos. Toda la justificación de mi trabajo con ellos está basada en la ley que el gobierno de Ruanda estableció en una publicación de 2015, hablando precisamente de todo lo que yo quería mostrarles. Por eso ellos lo conocían, pero no lo habían puesto en práctica. Con lo cual, debían asimilar que lo que les exponía se lo pediría el gobierno que llevasen a cabo en sus aulas.

Muy amables, muy amigables, siempre dispuestos a agradarme y a colaborar en todo cuanto necesitase y pendientes de mi bienestar en Ruanda. Los profesores fueron el reflejo de lo que es la gente de ese país: abierta y sociable. Nunca me sentí extraño y todo el mundo te saluda; la gente conocida, padres y alumnos del centro, cuando se te cruzaban conmigo por la calle siempre me saludaban y me preguntaban qué tal estaba y si me gustaba Ruanda. La seguridad en las calles es total: policías y militares patrullan constantemente y te saludan.

Yo llevé mi saber y mis conocimientos, pero me traigo un sinfín de caras, de gestos, de sensaciones de bienestar, de relaciones de amistad, de compañerismo? de vivir una experiencia única rebosante de buenas sensaciones y de recuerdos imborrables.

Mi agradecimiento a las Dominicas de la Anunciata por poder llevar a cabo todas mis experiencias de voluntariado en estos años y la gran acogida que recibo en sus comunidades. Agradezco a la Fundación Oso de Asturias, la Sociedad Regional de Turismo y al Club Baloncesto Navia las camisetas y el material deportivo que he llevado para los alumnos del colegio. A los alumnos de mi colegio, Santo Domingo de Navia, que con la venta de sus manualidades les he llevado dinero para la compra de libros. A mi familia por aceptar que me vaya todo el verano. Y a todas las personas que me animan y apoyan en esta tarea tan maravillosa de poder realizar un voluntariado.

Compartir el artículo

stats