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Pulcritud y respeto

En las zonas rurales la gente llena los indicadores de carretera con carteles y cinta adhesiva que se deshace y ensucia

Pulcritud y respeto

Cada día echo mas de menos aquel manual del armario de la escuela, manuscrito, para la lectura de tercero o cuarto grado, que el maestro nos repartía entre los alumnos para que cada uno leyese un párrafo, sin distraerse, porque de lo contrario, la vara de "medir atenciones", caería sobre nuestras orejas.

Uno de los títulos era " Manual de Urbanidad y buenas maneras". Esto que hoy nos suena a ñoño y rancio, en esencia, su contenido, actualizado, nos vendría de "perillas".

En Madrid, hace unos años, se hizo una amplia campaña de convivencia, bajo el eslogan de "piensa en los demás", algo así como lo que ahora se hace contra la violencia de género y a favor de los derechos humanos, pero en aspecto más amplio. Se nos invitaba al respeto mutuo en la sociedad que, en gran parte, ha perdido los modales y el comportamiento.

Un gran número de ciudadanos de este país, en pasadas generaciones, no han tenido más orientación que la del maestro y la maestra de pueblo, para niños y niñas, o mixto cuando no era muy extenso el número de alumnos: Era la época en que se decía que "pasa más hambre que un maestro de escuela", pero eran maestros vocacionales entregados a la docencia muy por encima del raquítico salario, nada que ver con nuestros políticos, en pueblos en donde por desgracia no había escuela y durante los inviernos quedaban aislados, al final del verano acudían a alguna feria para contratar, en pública subasta, los servicios de un maestro "temporero", que durante el invierno daría clases a los hijos de los campesinos que los contrataban.

Fueron muchas las épocas de miseria que pasábamos suspirando, en los pueblos y en muchas ciudades por un banco público, una luz pública, un lavadero y abrevadero público, fuente publica, servicios públicos para la comunidad. Por fin todo fue llegando con el estado de bienestar y las ayudas, antes americanas y más tarde europeas; pasamos de admirar los "hagas" de Cuba o Puerto Rico a disfrutar del Seiscientos, ya con él en propiedad pedimos carreteras, con el salario de Hunosa o Ensidesa, pedimos hospitales, institutos, polideportivos, piscinas climatizadas, jardines, sendas, centros de cultura, museos... y la Biblia en verso, y cuando ¡al fin! lo conseguimos, le damos la espalda y empezamos a gozar del "botellón", alegando que la bebida en el bar es cara, con la cantidad de agua de la fuente que tenemos bebido, acompañada de alguna que otra "Canella" o "zarzaparrilla". ¡Quién nos lo iba a decir ! Y lo malo no es esto, sino que el efecto del "botellón, con algún que otro añadido, invita a destruir todo aquello por lo que habíamos luchado durante muchos decenios para el bienestar de la comunidad. La anarquía no es mala en sí mismo, lo malo es el desmadre que una y otra vez nos hace perder la "urbanidad" o respeto, poniendo en la "picota" a la democracia, camino de la tragedia.

El vandalismo es algo muy común, pero a mi me preocupan los signos que denotan falta de sensibilidad. Me preocupan que en zonas rurales, en medio de la naturaleza, las gentes no aprecien lo público, lo de todos, y algo tan simple como que llenen los indicadores de las carreteras con carteles de fiestas rodeados de cintas adhesivas, que se van deshaciendo en el lugar, como una basura más, que los responsables municipales o autonómicos no sientan la más mínima repulsa frente a la basura acumulada cuando se nos llena la boca del éxito en la última campaña de turismo. Esto sí me preocupa.

Cuando uno viajaba por Francia en los años sesenta, en las áreas de descanso, existían unos letreros pidiendo respeto y limpieza. Sus textos estaban en español y árabe. Era cuando se decía que África empezaba en los Pirineos.

Ahora la mayoría de los ciudadanos son titulados españoles, pero se ha suprimido una asignatura: " el manual de urbanidad". Y se nota, desde la más apartada aldea hasta el claustro de algunas universidades. A esto le llamamos nueva cultura, progreso y libertad.

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