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El Navia rescata sus joyas

La senda de 150 kilómetros planteada por el curso del río cruza tres veces el camino jacobeo y atraviesa embalses, pueblos bien conservados y desfiladeros de vértigo

El Navia rescata sus joyas

Más de 150 kilómetros de recorrido dan para mucho. Paisajes de ensueño, aldeas con encanto, monumentos con siglos de vida y asentamientos castreños. Todo esto cabe en el itinerario que pretende seguir la gran senda del Navia, un proyecto que acaba de echar a andar, y que unirá Asturias y Galicia siguiendo el curso del río desde su nacimiento hasta la desembocadura. Son cientos los elementos que pueden visitarse en el camino. LA NUEVA ESPAÑA realiza un hipotético paseo desde Pedrafita do Cebreiro hasta Navia para destacar algunos de los lugares más singulares que esta senda dará a conocer cuando sea una realidad, en 2018, según esperan los promotores.

Os Ancares. El río Navia nace en el corazón de Os Ancares, la gran reserva verde de la comunidad gallega. No en vano, esta zona ostenta varios niveles de protección, al estar dentro de la Red Natura 2000, y ser zona de especial protección para las aves, reserva nacional de caza y zona de protección para el oso pardo. En Busnullán (Pedrafita do Cebreiro) están las fuentes del Navia, a las que se accede tras una pequeña ruta. De ahí hacia el norte, el curso del río serpentea entre bosques autóctonos, habitados por lobos, jabalíes, corzos y hasta algún oso. También visita pequeños pueblos, como Navia de Suarna o As Nogáis, donde el caminante podría tomarse un respiro, antes de adentrarse en el Principado.

El río juega al despiste en la frontera entre Galicia y Asturias, fusiona las dos tierras y no hace distinción en un paisaje de gran belleza natural. Es de reseñar que en Pedrafita do Cebreiro la gran senda del Navia se encontraría con uno de los tres Caminos de Santiago que atraviesa, el Francés.

Alto Navia. El primero de los concejos que baña el río a su entrada en Asturias es Ibias. Allí cuenta con uno de sus principales afluentes, el río Ibias. En el concejo, el Navia discurre cerca de pueblos como Sena, que conserva algunos ejemplos de arquitectura tradicional, y una singular iglesia del siglo XIV. También es reconocido por su gastronomía. Tras surcar territorio de nuevo gallego en A Fonsagrada y Negueira de Muñiz, el Navia comienza a notar el efecto de la primera presa, y la de mayor tamaño, que encuentra a su curso, la de Salime. Numerosos pueblos se encuentran inundados por las aguas en ambas márgenes del río. Lugares abandonados a causa de la llegada del agua y que, a su vez, se conservan gracias a ella.

Cuando el nivel del embalse desciende, desde la orilla es posible observar campanarios, caseríos y otras edificaciones que se mantienen en pie. Siguiendo la senda hacia el norte, el paseante llega a la imponente presa que domina el paisaje. La de Salime es mucho más que una central hidroeléctrica: conjuga arte con producción de energía, y muestra de ello es la decoración escultórica de la fachada principal de entrada al complejo, de Vaquero Palacios, o los dos enormes murales creación de su hijo Joaquín Vaquero Turcios. Aquí, la senda del Navia se cruza con el segundo Camino de Santiago, el Primitivo. A escasos kilómetros está Grandas de Salime, que merece una visita por su Museo Etnográfico y la colegiata del El Salvador; y dominando el embalse, el poblado de A Paicega, el abandonado enclave de Pesoz que sirvió de refugio a los trabajadores del salto.

Cuenca media del Navia. El río se encajona entre espectaculares desfiladeros rocosos. Los mismos que se contemplan desde el mirador de San Esteban de los Buitres, en Illano. El pueblo, convertido en bien de interés cultural hace dos años, guarda la esencia de los pueblos de antaño, con imponentes paredes de piedra, estrechas calles y construcciones tradicionales. Río abajo, la ruta se adentra en el concejo de Boal. Aquí destaca el verde de los valles, unido a puntos donde el río forma espacios casi mágicos. Es el caso de la aldea de Froseira, junto al embalse de Doiras, que fue un importante centro de producción de hierro durante el siglo XIX, y que está rodeada de un bonito bosque autóctono.

Una vez superada la segunda presa, el río llega a otro tramo de especial belleza, con el área recreativa de Castrillón como mayor exponente. La localidad de Serandinas también resulta muy atractiva, al igual que Mezá, justo en frente, cruzando el río. Un pequeño desvío serviría para alcanzar el castro de Pendia, un recinto de especial interés por la relevancia de sus defensas amuralladas en comparación con su tamaño.

Tramo final. El último trecho de la senda que caminará de la mano del Navia transcurre sosegada entre vegas y amplios valles, con el río manso tras su paso por el embalse de Arbón. En esta localidad son remansos de paz el Pozo Mouro y el pantalán, ideales para un alto en el camino. En Coaña es de obligada visita el Castelón de Villacondide, el principal exponente de la cultura castreña de los antiguos habitantes del valle naviego. Se conservan con esmero los muros interiores de la vivienda, que permiten lanzar la imaginación y reconstruir cómo era aquel asentamiento prerromano. En los últimos kilómetros, la senda cruza las vegas de Porto, y llega hasta Navia. Aquí, el sendero se encuentra con el Camino de Santiago del Norte,

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