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Cocina maestra en Tapia

"Lo tengo todo en la cabeza y lo hago sobre la marcha", asegura Carmen Carbajales, una de las últimas incorporaciones del Club de Guisanderas

Carmen Carbajales, a las puertas de su restaurante. T. CASCUDO

Carmen Carbajales (Lebredo, El Franco, 1958) cocina prácticamente desde que tiene uso de razón. "Quita, que nun fais más que estorbar", le regañaban su abuela y su madre cuando era niña, porque no se separaba de su lado mientras hacían la comida. Esa pasión innata la fue cultivando a base de libros y experimentación hasta convertirse en una de las mejores cocineras de la comarca, como acreditan su reciente incorporación al prestigioso Club de Guisanderas de Asturias y los comensales del restaurante tapiego La Posada de San Blas. Y no solo disfruta gobernando los fogones, sino también divulgando su saber en los muchos cursos que ha impartido a lo largo de su vida.

Carbajales fue la mayor de siete hermanos y creció en una familia de labradores, así que siempre había faena por hacer y toda ayuda era bien recibida. Por eso, con tan solo 12 años, ya se hacía cargo en no pocas ocasiones del menú familiar. "No era como ahora, que siempre tenemos miedo a que los niños se quemen o les pase algo", indica.

Su primera experiencia como cocinera profesional fue en Tapia, cuando se hizo cargo junto a su hermano del bar San Blas. Al principio era solo bar, de ahí que su labor se ciñera a elaborar pinchos y tapas. Dos años después, explica, empezó a preparar menús ante la insistencia de sus clientes. Se retiró unos años para criar a sus hijos pequeños y en los noventa volvió a la faena, compatibilizando el restaurante -primero el San Blas y ahora La Posada de San Blas- con la gestión del bar del instituto, donde preparó pinchos para generaciones enteras de estudiantes.

De su vínculo con el centro educativo surgió una de las experiencias más gratificantes de su vida: un programa de cocina que dirigía en la televisión del instituto (TVIT). "Enseñar a cocinar me encanta, es mi relajación", precisa. De hecho, siempre que se lo piden accede a impartir cursos de cocina y no tiene problemas en compartir sus secretos con sus innumerables alumnos. "No me suelo guardar nada porque entiendo que el plato no le sale a todo el mundo igual, cada uno tiene su toque. Así que no reparo en detalles, no pienso en que me vayan a hacer la competencia", bromea. El próximo será en Tapia, en enero.

Carbajales define su cocina como "tradicional", la de toda la vida. "Tal y como aprendí, así cocino, y de momento me funciona, aunque siempre trato de ir innovando alguna cosa en mis recetas", explica. De su amplio recetario se queda con la cazuela de pulpo, el pote asturiano o los cachopos que ofrece desde hace tres años con gran éxito: "Empezamos a hacerlos y exagerado el éxito. Aprendí a hacerlos sola y el truco es freírlos en una sartén con mucho aceite y renovarlo muy a menudo".

Todo lo que sabe está en su cabeza, ya que carece de recetario o libro de trucos: "Lo voy haciendo sobre la marcha. A veces puedo consultar un libro para hacer algo distinto, pero si no, lo tengo todo en la cabeza". Para ser buen cocinero, defiende la franquina, hay que tirar de ingenio y, sobre todo, tener mucha pasión por lo que haces: "Tiene que gustarte y has de ser muy constante, porque es algo en lo que se echan muchas horas".

En total suma treinta años de experiencia en los fogones y, aunque espera jubilarse, no piensa renunciar jamás a lo que más le gusta: "Mi pasión es la cocina, espero jubilarme, pero no dejar de cocinar".

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