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La pizarra de Carrio, patrimonio olvidado

Villayón aprovecha que se cumplen 90 años del descubrimiento de la pieza, que se guarda en Madrid, para reclamar una réplica

Juan Manuel Suárez señalando el lugar en el que se encontró la pieza.

El más singular de los tesoros arqueológicos de la comarca, la pizarra de Carrio, hallada en Villayón, descansa en la Real Academia de la Historia de Madrid. Durante décadas los investigadores han estudiado esta pieza, única por su procedencia, antigüedad y contenido. Sin embargo, buena parte de lo que rodea a la pizarra de Carrio sigue siendo, a día de hoy, un misterio. Se desconoce su autoría, así como la fecha exacta en que fue tallada, aunque se estima dentro de una horquilla entre los siglos VIII y IX. De su contenido, se sabe que es un conjuro para ahuyentar al mal tiempo, con reminiscencias paganas, pero también con referencias al cristianismo. Por último, existen varias versiones para situar el punto en que fue encontrada y para explicar su hallazgo, del que se cumplen en este 2016 noventa años.

En Carrio son pocos los que recuerdan siquiera vagamente aquel episodio, del que perviven varias versiones. Según Juan Manuel Suárez, natural de esta localidad, fue Jesús Suárez García, maestro de obras, quien se topó de bruces con la pizarra cuando araba, junto a su hijo Manuel, la tierra en una finca conocida como "La Pedreira".

"Era una persona bastante erudita, y por eso tuvo la sensibilidad de ver algo extraño, guardarlo y llevarlo para que lo estudiasen", cuenta Suárez, que ha recabado información de parte de la propia familia. Según esta versión, la pizarra se llevó al Ayuntamiento, de donde fue remitida a Madrid, donde cayó en manos del arqueólogo Manuel Gómez-Moreno, que fue capaz de descifrar su contenido.

La otra historia la cuenta un profesor de la zona en una carta remitida a la Comisión de Monumentos, y rescatada por Miguel Calleja Puerta, profesor titular de Ciencias y Técnicas Historiográficas de la Universidad de Oviedo. Según esta versión, serían dos vecinos de la zona, Emilio Suárez y Pedro González, quienes diesen con esta singular piedra, en un entorno "cercano a Loredo", una localidad vecina del concejo de Villayón.

"Lo interesante es que los dos paisanos, intrigados por la interpretación de aquellos extraños signos, tuvieron la iniciativa de buscar quién pudiese leerlos. En el entorno inmediato nadie podía ayudar, pues los maestros apenas habían comenzado a llegar al municipio", escribe Calleja, que cuenta cómo decidieron viajar a Madrid, "donde acertaron a dar con Gómez-Moreno, por cuya mediación terminó la pizarra en la colección de la Real Academia de la Historia en la que hoy permanece".

Si fue una historia, la otra, o una mezcla de las dos, lo cierto es que la pieza se encuentra en la institución madrileña, y tiene una réplica en el Museo Arqueológico de Asturias. Su importancia lo merece. "Para la época de la que estamos hablando, la alta Edad Media, hay muy poca documentación escrita que se haya conservado; sólo unas pocas docenas de textos. Únicamente por esto ya es muy singular", explica Miguel Calleja, que también llama a fijarse en el contenido.

Mientras en otras inscripciones se dan textos repetitivos, relativos a negocios o compra de tierras, aquí entra en juego la cultura popular. "Se interpreta como conjuro contra el granizo, que mezcla prácticas paganas con influencias del cristianismo, y se percibe un conocimiento de textos literarios. La pizarra de Carrio revela una cultura rural muy desarrollada. Si tenemos en cuenta que el entorno es un desierto en cuanto a este tipo de hallazgos, el peso que tiene es enorme", subraya.

De un tamaño no mucho mayor al de la palma de la mano, la pizarra, o "llouxa", como se le conoce en la zona, ha sido, por tanto, de vital importancia para los eruditos, y casi una anécdota para los vecinos de la zona. Según explica el arqueólogo Ángel Villa, esta pieza "aporta luz sobre una parte de la historia de Asturias que hoy por hoy se mantiene bajo una oscuridad tremenda desde el punto de vista histórico y arqueológico". Considera Villa que el hecho de que no se haya dado más valor a esta parte de la historia local "es una pena". "Que se sepa la importancia que tiene el patrimonio es lo que ayuda a su conservación", asevera.

Desde el propio entorno se ha intentado que este singular testimonio del pasado tenga su espacio de difusión. Así, la asociación "Virgen de las Virtudes" solicitó, hace veinte años, una réplica para exponer en el concejo. La Real Academia de la Historia aceptó el encargo y la remitió a Oviedo. "Allí la debería haber recogido un representante municipal, pero se perdió por el camino. Ahora que se cumplen noventa años del hallazgo es un buen momento para retomar aquel proyecto, y poder contar con una réplica para mostrar en Villayón", argumenta Juan Manuel Suárez.

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