Miércoles, 11 de enero de 2017, tarde fría de invierno, mitad de semana. Acabo de salir de tu sepelio en la iglesia de Tapia de Casariego. Las muestras de cariño son más que evidentes. Lleno hasta la bandera. Multitud de gentes; incluso muchas personas venidas de lugares lejanos, dan muestra del afecto y cariño que te tenían, del que eras totalmente merecedor. Hoy todo un pueblo te da la despedida en esta villa marinera, la tuya, de la que nunca te querías separar, aunque te gustase mucho viajar y conocer otros lugares y otras gentes. Con tu personalidad, tu don de gentes, con esas salidas inteligentes que tenías que no dejaban de sorprender nunca por mucho que se te conociera, que además tenías la virtud de nunca ofender a nadie, pues no tenía cabida el agravio en tu boca. Supiste cultivar la amistad y está claro que no fue en saco roto. Sencillamente eras un monstruo social admirable, una de esas personas que deberían vivir eternamente, pues irradiabas y transmitías alegría y felicidad por donde quiera que pasaras. Gracias Raquel (él además era un poco de todos) por haberlo acompañado y haberlo hecho más feliz en esta última etapa de su vida, pues esta, no siempre fue un camino de rosas para él, no fue precisamente de lo más sencillo. Le tocó sortear muchos obstáculos y vivir épocas y vicisitudes, algunas bastante adversas y nada sencillas. El inmenso sentimiento de tristeza y dolor que nos dejas con tu ausencia será eterno. Sabes que nunca te olvidaremos. Dejas a todo un pueblo y mucho más un poco huérfanos. Muchas gracias por habernos permitido compartir un poco de tu noble existencia, por ayudarnos a hacer nuestro transito mucho más agradable, que además particularmente para mí resultó ser muy entrañable y edificante. Como decía el insigne poeta Antonio Machado "En cuestiones de cultura y saber, solo se pierde lo que se guarda; solo se gana lo que se da". Tú lo dabas todo y sabías guardar lo innecesario. Hasta siempre.
