La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Puntadas de anticuario en El Espín

"Mi sueño sería poder crear un museo", asegura Faustino González, el sastre jubilado afincado en Coaña que posee una colección de mil máquinas de coser

Una "Goitzner" alemana. G. G.

En su época, supusieron una revolución a nivel global, acelerando los procesos industriales y colándose en todos los hogares. Hoy en día, las máquinas de coser son reliquias, pequeñas obras de arte que aúnan ingenio, eficiencia y un toque decorativo único. Bien lo sabe Faustino González, sastre ya jubilado de El Espín (Coaña), que hace más de medio siglo se quedó prendado de la magia de esta herramienta de trabajo. Su afán de coleccionista, unido al esfuerzo, sacrificio y muchos desvelos, le ha procurado contar con una colección de un millar de piezas. "Mi sueño sería crear un museo, que la gente pudiera disfrutarlas", asegura, convencido de que se trata de una muestra como pocas en el mundo.

El afán coleccionista de Faustino González comenzó en 1965, cuando, a través de un anticuario, se hizo con su primera máquina, a cambio de cuatrocientas pesetas. "En ese momento no sospechaba que acabaría con tantas piezas. Es algo que empiezas, vas poco a poco, y acabas con el 'mono' del coleccionista", afirma el sastre retirado. Recuerda como "auténticas fiestas" aquellos momentos en los que lograba hacerse con una máquina especial, aunque también reconoce que en ocasiones había que "volverse con el rabo entre las piernas", ya que el vendedor no cedía en las negociaciones.

Innumerables viajes a Madrid o Barcelona y muchos regateos con los anticuarios fueron necesarios para reunir, en un mismo local, tantas joyas. "Para exponerla bien se necesitaría al menos un campo de fútbol", apunta González, para dar idea de la magnitud de la muestra, que, además de las propias máquinas, incluye los cajones de madera en las que estaban recogidas. Todas funcionan a la perfección. "He dedicado miles de horas a desmontar, limpiar, reparar y montar estas máquinas", dice el sastre.

Porque, además, González es un gran conocedor de este invento, en su día revolucionario. "Aparecieron a mitad del siglo XIX, en Estados Unidos e Inglaterra. Su invención puede compararse a la del teléfono móvil", dice el coleccionista, que reseña cómo fueron evolucionando, "de sesenta puntadas por minuto a tres mil o cuatro mil".

Faustino González, que ha cumplido 82 años, lamenta que ahora, debido al paso del tiempo, ya no pueda atender como antes su pequeño tesoro. Ansía encontrar la forma de exponerlo al público, en forma de museo. Su preferencia es que se queden en Asturias. "Y si pudieran quedarse en Navia o Coaña, ya me gustaría a mí", suspira. Por lo pronto, está abierto a sugerencias.

Compartir el artículo

stats