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JUAN JOSÉ BLANCO | Sacerdote en Cangas del Narcea y arcipreste de El Acebo

"La gente de los pueblos baja a Cangas a comprar, pero no se desplaza a la iglesia"

"No es lo mismo decidir ir al Seminario ahora que hace sesenta años; hoy hay un cuestionamiento social, afán de ridiculización y beligerancia"

Juan José Blanco, en el puente colgante de Cangas del Narcea, con la basílica al fondo. D. ÁLVAREZ

Conseguir una comunidad corresponsable que transforme la sociedad es uno de los objetivos por los que está trabajando el sacerdote avilesino Juan José Blanco desde su llegada a Cangas del Narcea en julio de 2014. Lo hace desde su posición como cura de nueve parroquias situadas en la zona canguesa de Rengos y una parte del río del Coto, además de como vicario parroquial de Cangas del Narcea y, desde noviembre, como arcipreste -posiblemente el más joven en llegar al cargo en Asturias- de El Acebo, que se encarga de coordinar cinco concejos del Suroccidente.

-Cangas del Narcea es su primer destino.

-Yo siempre lo había escuchado a los curas con más experiencia que el primer destino siempre le tienes un cariño especial. Además de las parroquias rurales estoy en la villa, y Cangas es como Avilés, las familias, las tradiciones, las costumbres son muy parecidas. Así que estoy como en casa, muy bien.

-¿Qué reacción ha encontrado entre los feligreses ante su juventud?

-En principio creo que no ha chocado porque mis inmediatos predecesores también eran jóvenes. Aunque siempre hay gente que está más acostumbrada a tener curas mayores. No obstante, el cambio que más han podido notar con mi nombramiento es que al ser vicario parroquial, mis parroquias han pasado a estar vinculadas directamente con Cangas del Narcea, algo que antes no sucedía. Por otro lado, lo que no deja de ser algo peculiar es que con 27 años me hayan nombrado arcipreste.

-Ha llegado con ganas de hacer muchas cosas.

-Es que vengo de una parroquia muy viva, la de San Nicolás de Bari en Avilés, y allí los chavales hacíamos de todo, desde pequeñas reformas a buzonear. Mi meta aquí es hacer una comunidad corresponsable, es decir, hacer entender que las iglesias no son mías sino de todos y debemos cuidarlas. Pero a la vez ir más allá de la materialidad de un templo y hacer que sea un revulsivo transformador de la sociedad, algo que no deja de ser evangelio puro y duro. La intención que tengo es conseguir que esa comunidad unida bajo el símbolo de la fe pueda trasformar el mundo que tenemos alrededor, en el que la vida únicamente se mueve por el dinero y hay un mensaje individualista que nos mata y socava nuestra humanidad.

-¿Qué respuesta está encontrando?

-Son incursiones muy leves y pequeñas, aunque el mensaje es efectivo por sí solo. Al final es querer conseguir con tu mensaje del evangelio supuestamente espiritual, hacer humana a la sociedad. El mensaje veo que se acepta, pero la comodidad también pesa. Aunque hay cosas muy positivas y es que en Cangas tenemos ahora 40 adolescentes en Confirmación, donde intentamos reflexionar sobre la fe desde un punto de vista no meramente cultual, sino desde las implicaciones que esta fe puede tener en la vida de cada uno.

-Con los jóvenes ya ha hecho varias actividades.

-Sí, el primer año realizamos un viaje a Ávila y el pasado verano fuimos a la Jornada Mundial de la Juventud en Cracovia, que fue una experiencia maravillosa. La idea es mostrar la otra parte de la Iglesia, porque muchas veces lo que sobresale es lo morboso. También se habla sólo de lo referente al culto y a las tradiciones muy antiguas, cosas que forman parte, pero que no lo son todo. Así que es el resto lo que se quiere mostrar, porque existe una dimensión personal que quiere sacar a lo más alto la personalidad.

-Además, está inmerso en obras de rehabilitación en la iglesia de Cibuyo.

-Considero que no puedo hablar de un Dios que tiene un mensaje para cada persona y que quiere sacar lo mejor de cada uno cuando la imagen más directa que doy, que es en el templo, es un desastre. Es algo contradictorio en sí mismo. Además, no deja de ser una herencia material de la herencia inmaterial de nuestros mayores. Es decir, es la fe de los mayores que nos la han dejado plasmada en obras de arte.

-Desde hace tiempo se habla de que hay pocos sacerdotes, ¿por qué?

-Una de las causas es la secularización de la sociedad, no es lo mismo decidir ir al Seminario hace sesenta años que ahora. Hoy en día hay un cuestionamiento social, afán de ridiculización y lamentablemente estamos asistiendo a como se intenta azuzar una beligerancia hacia la Iglesia que creo que es un error tremendo. Otro aspecto es el demográfico, si se comparan las listas de la época con más seminaristas a la época actual se ve que hay una relación con la cantidad de población.

-¿Cómo afecta la falta de curas a los pueblos?

-No es lo mismo saber que en tu parroquia hay misa cada día, que pensar que es el primer viernes de mes, por ejemplo. Lo que pasa con esto es que no se mantiene la asistencia de todos aquellos que tienen fe. Me encuentro gente realmente creyente, pero que por estas u otras causas no asisten, lo que no se justifica, aunque se puede entender. Pero hay que volver a ello, porque lo veo en mis parroquias que es en la misa de los domingos donde la gente se ve. Por las calles de Cangas me encuentro a toda la feligresía, lo que muestra que tenemos la capacidad de desplazamiento para bajar a Cangas a hacer compras, pero existe la incapacidad de desplazamiento para ir a la iglesia. La consecuencia es que la gente en el pueblo se encierra en casa y todo ello va destruyendo la comunidad humana. Yo no me quejo, la asistencia en mis parroquias está bien.

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