Joaquín Méndez lo tiene claro: esta campaña cultivará patata en unas ocho hectáreas de terreno. Ya ha comprado la semilla (unas diez toneladas), y pronto iniciará el proceso. Lo hará en Coaña, en uno de los concejos a los que se ha extendido la vigilancia sobre la plaga de la polilla guatemalteca que ha puesto en alerta a las autoridades regionales y nacionales. "Nosotros, los agricultores profesionales, mantenemos unos protocolos y una serie de prevenciones que garantizan la salud del producto", asegura, al tiempo que ve con buenos ojos que se impongan medidas restrictivas a aquellos pequeños productores que no venden la patata. No obstante, también es rotundo cuando afirma que "los agricultores somos las víctimas de todo este problema".

El viernes, la consejería de Desarrollo Rural y Recursos Naturales amplió a Villayón, Coaña, El Franco y Tapia de Casariego la zona en alerta, además de los siete municipios del Noroccidente afectados por la plaga. También se publicaron una serie de medidas preventivas a desarrollar hasta que hasta que el Ministerio de Agricultura saque, en el plazo de dos meses, un real decreto para erradicar la plaga. Se instaura un registro obligatorio de las superficies a plantar, y se recomienda la utilización de semilla libre de la plaga, certificada y con garantía sanitaria, realizar tratamientos fitosanitarios y eliminar las plantas de cosechas anteriores.

Los sacos con la patata de siembra aguardan en la nave de Joaquín Méndez de Jarrio. Aunque este productor entiende la ampliación del área a estos nuevos municipios, afirma que "las medidas llegan exageradamente tarde", puesto que "han fallado todos los sistemas que han permitido que la plaga llegase hasta aquí", y pide que llegado el caso de obligar a destruir sus plantaciones, la administración no deje a los productores "tirados".

"Nosotros somos las víctimas absolutas. Estamos totalmente desprotegidos. Se está tratando de parar esta plaga, pero no se piensa en el agricultor, y menos en los profesionales", afirma este coañés, que en el mejor de los casos espera poder cosechar unas 300 toneladas.

Mucho más modesta es la producción de patata en la Finca El Cabillón, de Tapia de Casariego. Aquí han decidido prevenir, y no cultivarán patata a causa de la expansión de la polilla. "Entendemos que es un riesgo, y que la medida obedece a una normativa superior a lo que es el ámbito local. La patata es un producto con mucho movimiento, y de alguna manera hay que ponerle freno a la plaga, aunque sea muy complicado", asevera Antonio García, administrador de la explotación. En su caso, se renuncia a producir entre dos y ocho toneladas de patata ecológica. "Te arriesgas a poner el cultivo, que haya presencia de la plaga y no poder comercializarlo. No sabemos si habrá compensación, y por eso ni siquiera hemos encargado la semilla", aclara García, que lamenta que estas directrices no se hubiesen tomado antes, por los daños económicos que causan.