Lo primero que Jorge Aguirre hizo nada más poner un pie en Ortiguera (Coaña) fue abrazarse al faro de San Agustín. Lo había logrado. Acababa de completar una vuelta a la península Ibérica, visitando todos los cabos posibles, más de treinta, a bordo de su infatigable Dyane 6, con cuarenta años de vida en carretera. Fueron 33 días de aventura para recorrer casi 9.000 kilómetros, en solitario y en continua lucha contra los elementos. "Me he encontrado con muy buenas vibraciones. Si vas con una sonrisa, todavía es posible conocer a gente buena", señala Aguirre, como resumen de su aventura.

Este vecino de Ortiguera, natural de Gijón, partió a finales de enero con una idea en la cabeza: visitar la mayor cantidad de cabos posible, rodeando España y Portugal, siempre a bordo de su querido vehículo, adaptado para esta singular travesía. "Uniendo cabos" es el nombre del proyecto. En este mes ha dormido en campings y en gasolineras, ha luchado contra el agua y la arena, y se ha sobrepuesto a alguna que otra avería en su adorada "Cirila". Pero rendirse no era una opción, y ahora se muestra satisfecho con el resultado de esta ocurrencia, con la que ayudó a la asociación Duchenne Parent Project.

"Me sorprendió gratamente llegar a muchos cabos que no conocía por tierra. Y me dio rabia no poder llegar a algunos, como el de Trafalgar, en Cádiz, y el de Santa María, en Portugal, porque había lenguas de arena que lo hacían imposible", relata este intrépido coañés.

Sobre su peculiar montura, ni una sola queja. "Esto demuestra que cuarenta años de máquina, si se lleva y se conserva bien, aguanta", asevera. Tan sólo tuvo que lamentar un pequeño "toque" con un todoterreno conducido por un ciudadano alemán, que hizo trizas algunas de las piezas de su "Cirila". "Pero esto sirvió para que en un remoto pueblo de Portugal encontrara buena gente que me ayudó con la soldadura, y después de una hora de trabajo, no quisieron cobrarme", recuerda Jorge Aguirre.

Son muchas las historias, las personas, que se ha cruzado en este largo trayecto. Como los niños que, en el Rif, le pedían algo para comer en la etapa entre Melilla y Ceuta. O los amantes de los vehículos clásicos, que en muchas de las paradas lo aguardaban para conocer de primera mano su aventura, que también contó a través de las redes sociales y de un completo blog, a modo de diario de bitácora.

Tras miles de kilómetros, su visión del país no es la más optimista. "La cosa está mal; la gente está tristona", apunta Aguirre, que se mantuvo desconectado de la actualidad durante gran parte de su viaje. Siempre sintonizaba jazz, su música preferida. "En Galicia me enteré de las últimas noticias, y me entraron ganas de dar la vuelta y estar otro mes desconectado", apostilla.

Aguirre ya piensa en la próxima. Planea unir Gijón y Moscú en una travesía de más de 5.000 kilómetros. Lo hará al volante de su amada "Cirila", por supuesto.