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Gaseosas Muralla revive en Vegadeo

"Nací aquí, es mi vida", sostiene el veigueño Jesús Soto, que ha rehabilitado la maquinaria y utensilios de la fábrica familiar que funcionó entre 1908 y 1980

El veigueño Jesús Soto decidió en 1980 echar el cierre a la fábrica de gaseosa y sifones Muralla que su familia había puesto en marcha en 1908 en pleno centro de Vegadeo. Sin embargo, lejos de deshacerse de este legado, lo cuidó y preservó hasta la actualidad. Adentrarse de su mano en la vieja fábrica es rememorar el esplendoroso pasado industrial de la villa veigueña.

"Al cerrar no quise vender nada y decidí arreglarlo; nací aquí, es mi vida", confiesa. Su formación como perito industrial -se jubiló como profesor de Tecnología en el instituto Elisa y Luis Villamil de Vegadeo- y su pasión por las antigüedades y el coleccionismo le han llevado a convertir su antigua fábrica en un museo en toda regla. No solo tienen cabida las viejas máquinas de envasar gaseosa y sifones, sino que dispone de una curiosa colección de 370 sifones de cinco países. Eso sin contar la gran cantidad de artículos antiguos, desde máquinas de escribir a relojes, que va comprando y restaurando y en los que invierte su tiempo libre.

Cuenta Soto que fue su abuelo, José López Santamarina, emprendedor nato, quien en 1800 abrió un almacén de vino que luego derivó en la fábrica de Gaseosas Muralla. El negocio fue dado de alta en 1908 con una capacidad de producción de 25.600 litros, y en sus mejores años llegó a sumar media docena de trabajadores. Repartían producto por la comarca Oscos-Eo fundamentalmente, aunque también se desplazaban hasta algunos concejos vecinos como Trabada (Lugo).

Presume Soto de la calidad de la gaseosa Muralla, por encima, dice, de las marcas más reconocidas: "La gaseosa la hace el agua y, si es buena, el producto será bueno. Nosotros tenemos manantial propio, de ahí la diferencia". El manantial sigue manando agua y tiene un lugar destacado en la cuidada rehabilitación diseñada por el veigueño en la vivienda que albergó la antigua fábrica.

El proceso de elaboración de sifones -agua con anhídrido carbónico, muy valorada antaño para el vermú- y gaseosas -la diferencia es que incorpora edulcorante y esencia de limón o naranja- era sencillo y, reconoce Soto, lo que más quebradero de cabeza provocaba a los fabricantes era la disposición de botellas limpias y libres para envasar. "Como no teníamos muchos envases, ibas fabricando según tenías disposición", añade Soto. Al principio, el proceso de limpieza era manual y, por tanto, laborioso, pero esto mejoró cuando llegaron las lavadoras de botellas, como la que aún conserva Soto en pleno funcionamiento y que fue adquirida a finales de la década de los sesenta.

Los dosificadores para echar el jarabe con el que se hacía la gaseosa, el llenador de botellas y la saturadora que obliga al agua a saturarse de carbónico son algunas de las máquinas que el veigueño conserva con mimo y en perfecto estado. A la saturadora la considera el "alma mater de la fábrica y auténtica pieza de museo". En este particular espacio cuenta también con una joya centenaria: un llenador de botellas de bolicha. La particularidad de estas botellas es que su cierre estaba formado por una especie de canica de cristal. Explica que se dejó de fabricar rápido porque era un sistema poco higiénico.

Cuando Soto acabó la carrera en 1968 regresó a casa, y durante años compatibilizó su trabajo como maestro con sus labores en la fábrica, especialmente en el reparto de mercancía por toda la comarca. "El mes de julio era tremendo, porque tocaba la siega en la zona y todo el mundo bebía vino con gaseosa", bromea Soto. No solo repartían sifones y gaseosas, sino que disponían de almacén de vinos y distribuían desde ron a sidra.

Explica que el producto más sensible y peligroso, tanto para manipular como para transportar, era el sifón: "Es una auténtica granada de mano, lleva seis kilos de presión y si te rompía la botella podía ser un problema", confiesa sobre el miedo y respeto que sentía por estos envases, y que ahora colecciona con cariño. Ha elaborado, junto a su consuegro, un particular mostrador en el que tiene colocados estos envases. Los tiene de Rusia, Francia, América, Argentina y España. "Las argentinas son las más bonitas", precisa, al tiempo que explica que además cuenta con sifones de farmacia del siglo XIX. En la colección también se pueden localizar envases de otras fábricas de sifones que operaban por la comarca occidental como Villa Pura, de Figueras, o Espumosas Veterano, de Boal.

En 1980, Soto, que fue alcalde de Vegadeo por el PP durante un breve periodo -entre 2003 y 2004-, decidió echar el cierre a la fábrica y centrarse en su profesión de docente. Sin embargo, nunca olvidó la fábrica y hoy es el guardián de este valioso legado.

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