Villajulián está rodeado de historia. A simple vista no se percibe, pero los lugareños saben que bajo el suelo de muchas de sus fincas se esconden restos de la época prehistórica de la zona. Numerosos túmulos salpican el pueblo y sus límites y han sido estudiados por arqueólogos como Francisco Jordá Cerdá, Elías García y Jesús Aguade en la década de los setenta.
En su estudio recogen que muchos de los túmulos "han sido violados y removidos por los buscadores de tesoros" y sobre algunos de ellos se han creado leyendas que sobreviven en la actualidad. Una de las historias que recuerdan en Villajulián es que en uno de los túmulos que rodean el pueblo apareció una campana que se que colocó en la iglesia de la parroquia, en San Martín de Semproniana, y aseguran que su repicar siempre sonó diferente.
No obstante, la ganadería es el principal tema de conversación en la localidad tinetense. Hace unos años la quincena de casas que lo componen tenían explotaciones de vacuno de leche de las que ahora solo están activas tres, pero con un importante número de cabezas. A su crecimiento y asentamiento ayudó la apuesta por la concentración parcelaria a principios de los noventa. "Al principio fue complicado porque no estaban tan extendidas, pero ahora creo que nadie puede decir que se arrepiente", asegura José Manuel Fernández, uno de los promotores.
Un paso más para mejorar el trabajo en las ganaderías fue el que dio hace años José Manuel Pérez al crear una cooperativa de maquinaria con otros tres ganaderos de localidades cercanas. "Un proyecto que nos permite ahorrar en máquinas y obtener buen rendimiento para resolver el trabajo en época de recogida de hierba, por ejemplo", explica.
Si de algo presumen en Villajulián es de tener una buena relación de vecindad que se extiende incluso a la localidad contigua de Pelontre.
Ambos núcleos construyeron su capilla en honor a San Antonio y celebran su tradicional fiesta patronal en junio, además también se reúnen en agosto en una comida.
