La basílica de Santa María Magdalena y la plaza de La Oliva se llenaron ayer de gente y de tristeza para recibir los cuerpos de Marisol Blanco y Alberto Menéndez, fallecidos el domingo en su vivienda por intoxicación de monóxido de carbono debido a la mala combustión de la cocina de carbón. Una multitud se concentró en la plaza a la llegada de los féretros y dejó pequeña la iglesia parroquial, que no puedo acoger a todos los familiares, amigos y vecinos que quisieron darles el último adiós y que tuvieron que aguardar a las puertas del templo.

"La familia está rota, aún no nos lo creemos, es difícil cuando se trata de personas tan jóvenes", lamentaba un allegado a la puerta de la iglesia. En el día de ayer todas las miradas estaban puestas en el hijo de 8 años que deja la fallecida, que acudió al funeral de la mano de su padre. "El niño está asimilándolo aún, es muy pequeño y todavía no es muy consciente de lo que ha pasado, pero comenzará a notar la falta de su madre y de su hermano en unos días, será muy triste", apuntaba un familiar.

Además, de a su hijo y su pareja, Marisol Blanco deja a su madre, que entró en la iglesia muy afectada, y a un hermano que reside en Valencia.

En el funeral también había numerosos amigos del joven Alberto Menéndez, de 21 años, que lo recordaban con cariño. "Era muy gracioso, hacía ocho años que lo conocía y me lo pasaba muy bien con él, una de las cosas que más le gustaban era ir a todas las fiestas de pueblo que podía", recordó Víctor de Besullo, que se enteró de la mala noticia justo cuando entraba a trabajar en una panadería la noche del domingo a través de la edición digital de LA NUEVA ESPAÑA. "Cuando leí la noticia no tuve dudas de que se trataba de ellos, empezaba entonces a trabajar y me costó continuar toda la noche", explicó.

"Esto es una tristeza, una pena muy grande", reiteraban vecinas de Marisol Menéndez a la salida del funeral. La recordaban siempre pendiente de sus dos hijos, "se desvivía por ellos".

Al término del funeral, los cuerpos de madre e hijo fueron trasladados al cementerio parroquial del pueblo de Trones, donde recibieron sepultura.