En Leiguarda, Belmonte de Miranda, la cabaña ganadera ha sufrido el primer ataque de lobo del año, y los vecinos temen que a partir de ahora comiencen a repetirse. La ganadería afectada fue la de Mari Carmen Menéndez, que perdió un potro de unos tres meses.

Según la ganadera, el ataque se produjo a unos cien metros del pueblo, en una finca donde se encontraba la yegua con la cría. Precisamente tenía ahí el ganado porque creía que al estar cerca del pueblo podría estar a salvo.

La muerte del potro, de raza hispano bretón y destinado a la producción de carne, fue certificada por el guarda que acudió al lugar como ataque de lobo. Sin embargo, la ganadería no está satisfecha con el valor que se le otorga a su animal. "Nos pagan la tercera parte de lo que debería, un potro está valorado en 165 euros y ahora un animal como el mío podría venderlo por 300 o 350 euros", se queja.

En este sentido, insisten en que la Consejería debería revisar y actualizar la valoración de los daños y recuerda que "no todos los animales son iguales ni deberían ser valorados igual".

No es la primera vez que esta ganadería pierde un animal por el ataque del cánido: el año pasado se encontraron con otro potro herido que tuvieron que sacrificar.

En Tineo, en las últimas semanas el lobo también ha hecho acto de presencia. La ganadería Casa Pepón, que cría cabras bermeyas y está ubicada en la localidad de Grandamuelle, perdió en dos ataques diferentes un par de cabras y de cabritos. "Solemos guardarlas por la noche, pero a veces queda alguna fuera", explican. En todo el año 2016, la explotación certificó la muerte de 18 cabras por ataque de lobo, además de dos potros y un cordero.

Por ello, exigen un control más estricto de las poblaciones de lobo. Recalcan que lo que piden no es que se acabe con el lobo, "tan solo que se controle y se hagan más batidas para mantener las poblaciones controladas". Porque aseguran que, aunque se cobran los daños, con lo que pagan "no compensa perder una cabra que puede estar preñada y dar dos crías".