Carolina Castro es madrileña de nacimiento, pero vaqueira de alma y de corazón. Su padre, de El Faedal (Valdés), y su madre, de La Rondiella (Cudillero), le inculcaron desde pequeña el "orgullo" de pertenecer a este pueblo, la esencia de una tradición milenaria y el amor por una tierra a la que ha regresado y en donde ha formado una familia. Ahora, reconoce que los valores de los vaqueiros siguen vivos, sobre todo su unión: "Es un aspecto que se debe preservar y potenciar en una sociedad egoísta y materialista como la actual", asegura Carolina Castro.

Esta joven vaqueira fue una de las personas que expuso su experiencia vital en el segundo Foro de Cultura Vaqueira que ayer se celebró en El Pevidal (Salas). A la cita acudieron más de un centenar de vecinos de las brañas de toda la comarca, para compartir problemas, necesidades, anécdotas y proyectos relacionados con este pueblo trashumante.

Los tiempos han cambiado, pero la esencia de esta actividad se mantiene. "No todos hacen la trashumancia hoy en día, y quien la hace es con camiones. Nos han explicado muy bien el proceso de modernización, que no fue de un día para otro", señala Roberto González-Quevedo, vocal del Consejo de Cultura Vaqueiro, colectivo organizador de este encuentro.

Una cita que ha servido para corroborar "que la cultura vaqueira está ahí, que siguen vivos los recuerdos", y también como forma de socialización entre vecinos. "Y aunque sigue habiendo algún signo de discriminación, lo que predomina ahora es el orgullo de ser vaqueiro", afirma González-Quevedo.

Ese orgullo lo dice sentir Carolina Castro cuando habla del modo de vida de sus antepasados, "con el coraje que mostraron al afrontar aquella vida, en la que sacaron adelante a su familia con mucho esfuerzo. Tenían unos valores de vida muy positivos", asegura esta joven, que también pertenece a la asociación.

Para Jaime Riesgo, también dentro del colectivo, con antepasados en Buspol y El Pevidal, la época de la trashumancia en Somiedo era algo singular, que empezó a entender poco a poco. "Cuando eres pequeño no te das cuenta de que tienes dos pueblos, con los mismos vecinos. No le das importancia hasta que después reconstruyes tu historia; y te sientes orgulloso", afirma.