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Toño cuelga el salvavidas en Tapia

El jefe del servicio tapiego de Salvamento se retira tras catorce años seguidos en la playa, pero no bajará la guardia: "Estaré siempre alerta"

Antonio Alonso muestra su rincón favorito de la playa tapiega.

El verano en la playa de Tapia no será igual sin los mensajes que Antonio Alonso, "Toño" (Tapia, 1952) radiaba cada temporada estival a través de la megafonía, provocando el aplauso y, muchas veces, la carcajada de tapiegos y visitantes. El veterano coordinador del Servicio de Salvamento y Socorrismo se jubila y "cuelga el salvavidas" tras catorce años ininterrumpidos velando por la seguridad de los bañistas del concejo.

Cuenta Toño que se inició en el salvamento de manera voluntaria a finales de los sesenta del siglo pasado. "Nos juntamos unos cuantos amigos y con técnicas que nos enseñaron los australianos hicimos un grupo. Veníamos a la playa y ahí estábamos", explica. El uniforme era improvisado y usaban unas camisetas blancas en las que cosían unas letras identificativas: "Socorristas".

Era la época dorada del turismo tapiego, poco después de que los hermanos australianos Peter y Robert Gulley sembraran la semilla del surf en la villa. Toño fue uno de los pioneros y el primero en tener una tabla: "Me costó un vespino que tuve que vender y trabajar duro".

A aquellos veranos como voluntario socorrista hay que sumar su colaboración con Cruz Roja o la Coordinadora para el estudio y la protección de las especies marinas (Cepesma), lo que le suponía estar disponible en casi cualquier momento para todo tipo de emergencias marítimas. Es su pasión, algo "que nace así, de toda la vida", y por eso sabe que, aunque se retire, nunca bajará la guardia: "No soy capaz de dar la espalda al mar, en la playa no puedo relajarme, así que estaré siempre alerta".

A lo largo de su vida este tapiego desempeñó los más variados oficios, desde operador de cine en el popular Edén a camarero en el bar familiar El Moderno, pasando por camionero internacional o instalador de electrodomésticos, pero siempre ha habido una constante en su vida y es la playa tapiega de Los Campos, donde aprendió a nadar siendo un niño. "Nací aquí, no puedo dejar de venir a la playa nunca", añade.

Hace quince años que comenzó a trabajar para el Ayuntamiento de Tapia en el puesto de conductor, mecánico y oficial de primera. Desde el principio y durante la temporada estival se acostumbró a cambiar su trabajo habitual del invierno por el de socorrista. El primer año fue un trabajador más del equipo, pero al segundo año dio el relevo a Jesús Riopedre y se convirtió en coordinador del servicio.

Considera que el trabajo de socorrista apenas ha variado en estos años, aunque sí ha mejorado el material con el que operan los profesionales. "El trabajo es fácil, hay que estar en la orilla y vigilar", cuenta. Su larga trayectoria a pie de playa le ha deparado momentos de todo tipo, desde rescates extremos, pasando por atenciones a dolencias de gravedad tan dispar como una picadura o un infarto, hasta momentos simpáticos con algún veraneante poco habituado al mar.

Para el anecdotario colectivo quedarán sus mensajes a través de la megafonía de la playa de Los Campos, su cuartel general. "Me decía: 'venga, voy a levantar unos aplausos'. Luego la gente me veía por el pueblo y me hacía comentarios sobre lo que había contado ese día", relata con nostalgia. Los usuarios del principal arenal tapiego se acostumbraron con los años a sus particulares intervenciones, donde era posible escuchar aventuras de la historia local, consejos y bromas de todo tipo, incluso una sesión de relajación en toda regla.

Mensajes del tipo "en estos momentos la marea está en bajamar, la próxima pleamar será cuando Dios quiera" o "la temperatura del agua es... fría" ya no volverán a escucharse en la playa. Hoy precisamente Tapia incorpora al equipo de nueve socorristas que este año serán los encargados de velar por la seguridad de los bañistas de los arenales de Los Campos, Serantes y La Paloma.

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