Ponerle rostro a la Virgen es la difícil tarea que realizó la castrillonense Eulalia Baena, restauradora y licenciada en Historia del Arte. La imagen en cuestión, una Inmaculada Concepción del siglo XX, se encontraba en una dependencia de la iglesia de San Miguel de Canero (Valdés). La cara estaba totalmente mutilada, aunque se conservaba la parte correspondiente a la parte posterior de la cabeza. Siguió fielmente la iconografía: ojos marrones, pelo castaño, nariz clásica, para configurar un semblante similar al de los angelitos de la base de la imagen.

Según la investigación previa que realizó la restauradora, no se sabe a ciencia cierta las causas de los daños, pero en cualquier caso fue por una acción humana. Además, a la figura le faltaba la aureola metálica y fragmentos de la media luna sobre la que posa los pies.

A petición del párroco, Baena tomó de su cargo la restauración de esta pieza, realizada con una capa de cartón piedra unida a una base de madera. "Es una obra de manufactura seriada", explicó. Además de resolver la mutilación tuvo que eliminar restos de adhesivo oxidado con una pequeña cuerda, posiblemente para sustentar la media luna, cuyo armazón metálico estaba deforme. También detectó el desprendimiento de zonas salientes del manto, rozaduras y leves desprendimientos de policromía en el globo celeste, todo ello, unido a una capa generalizada de suciedad superficial y a restos de quemadura de velas en el manto.

A la hora de acometer el tratamiento, Baena utilizó "criterios de intervención de una obra religiosa de culto", y empleó materiales neutros y reversibles que respeten los constituyentes de la obra, así como la pátina del tiempo. De esta forma, realizó la limpieza, la reconstrucción volumétrica de la media luna y de parte del manto y rostro, el estucado y reintegración cromática.

En lo que se refiere concretamente al rostro, que era el principal reto, al ser una obra religiosa con carácter devocional, Baena decidió reintegrarlo volumétricamente, y recrear también el cromatismo. "La media luna se ha reintegrado bajo la mínima intervención pero que ayude a una correcta lectura iconográfica", añadió la restauradora. La falta de fuentes que mostraran cómo había sido la imagen antes de la mutilación le obligaron a revisar series de Inmaculadas de época similar para extraer conclusiones. "Pedí a los vecinos que me trajeran fotos de actos religiosos en los que se vieran la imagen, pero no apareció ninguna", apuntó la restauradora.

Finalmente, Baena elaboró un informe de intervención y pautas para el correcto mantenimiento de la Virgen, que entregó a los responsables de la parroquia. Y la Inmaculada, ya con rostro, volvió a ocupar un lugar destacado en la iglesia de San Miguel de Canero el día de la Madre.

"El patrimonio rural necesita de restauradores que realicen las intervenciones adecuadas, porque si se ponen estas piezas en manos de personas que no son profesionales de la conservación el resultado final puede acabar siendo un problema", concluyó Baena.