"No puedo más que estar agradecida a la vida", repite Julia Rosa García González con una enorme sonrisa, mientras comenta pícara que igual cumple "más de setenta". Agradecida a una vida que ha tenido ingredientes de guión de cine. Nacida en 1917 en Santa María de Villandás, en el concejo de Grado, se enamoró de Juan Antonio Cabezas, el escritor asturiano al que aún hoy sigue recordando con un amor casi adolescente. Agradecida se siente de las siete décadas que compartió con el hombre con el que se casó en la capilla de la madrileña cárcel de Yeserías en el año 1943.

La revolución de octubre del 34 en Asturias y la guerra civil habían marcado sus vidas. Él estaba condenado a muerte por haber sido redactor del diario "Avance" de Gijón. Ella llevaba años yendo a visitarlo en su peregrinación por los campos de concentración gallegos de Camposancos y Cedeira y, posteriormente, por las cárceles del Madrid, ciudad que pronto sería su segunda casa. "Cuando Juan salió de prisión no teníamos ni una cuchara con qué comer", recuerda Julia. Pero una vez liberado Cabezas llegaron los tiempos en los que estuvo unida a la intensa actividad literaria y periodística de su marido en la capital mientras había cinco hijos que sacar adelante y aún pesaban sobre él los consabidos antecedentes penales.

Los recuerdos

Cuando Julia mira hacia atrás, se agolpan los recuerdos. No olvida la tarde de 2007 en que sobre la pantalla del Filarmónica de Oviedo, se proyectó el documental "Así es Asturias" de Cabezas, biografía cinematográfica de la región que amaron juntos. Recuerda pacífica y serena su peculiar noviazgo con un hombre cuya vida tenía fecha de caducidad. Hoy relee una y otra vez los libros de su esposo, pasa los días rememorando anécdotas vividas en San Martín de Lodón (Belmonte), aldea que la vio crecer y disfruta, ahora en el occidente astur de Tapia de Casariego, siempre junto a su hija Dorita -el otro gran pilar de su vida-, de sus nietos, familiares y amigos. En esta localidad Julia recibió orgullosa en el año 2009 el premio "Panera de Plata" otorgado por el Centro Asturiano de Madrid.

Cada pocos meses Julia se acerca a la puerta de la Casa de la Cultura de Cangas de Onís, localidad natal de su esposo, donde una escultura de Linares rinde homenaje al escritor, como "hijo predilecto" del concejo y al cementerio de Margolles, donde reposa Cabezas

"No tomo pastillas, no me duele nada", le dice al médico: "¿De qué voy a quejarme?". Además guarda en un cajón secreto los poemas de su marido y no se los deja leer a nadie: "Son para mí". Como para ella son estos cien años de recuerdos, de intenso trabajo, de brutales episodios de guerra vividos con la misma entereza, serenidad, alegría y amor con que hoy celebra un año más.